Durante el fude kuyô (筆供養, “funeral de los pinceles”), que se realiza en fechas próximas al cambio del año en diversos templos y santuarios de Japón, los calígrafos y hombre de letras agradecen su servicio y sus dones a los instrumentos de escritura entregándolos al fuego, de mano de los oficiantes y en la solemnidad de los cantos rituales. Dicen que quienes son tocados por el humo mejorarán su escritura. No necesito confesar que el viento no estuvo a mi favor.
La ceremonia se celebra en fecha variable. En el Nikaido (二階堂) de Kamakura, dedicado al poeta, letrado y político de la época Heian Sugawara no Michizane (794-1185/92), el 25 de enero. En el Shogaku-an (正覚庵), subtemplo del Tofukuji, vasto complejo zen de Kioto donde tomé la foto que aparece en esta página, el 23 de noviembre de 2007.
En el margen del río Yodo, que corre del Lago Biwa al puerto de Osaka, grabo unos trazos cambiantes. "Esto es lo malo de no hacer imprimir las obras: que se va la vida en rehacerlas", escribió Reyes. Esto es lo bueno de la vida: que corre. Como lo que aquí se publica no se imprime, se rehace.
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