Ninguna entre todas las versiones que he intentado del Hyakunin Isshu me ha dejado tan satisfecho como la de este poema de Minamoto no Shigeyuki; no por su siempre discutible fidelidad sino por el poema resultante:
風をいたみ 岩うつ波の おのれのみ くだけて物を 思ふころかな
kaze wo itami iwa utsu nami no onore nomi kudakete mono wo omou koro kana
Como las olas
que furioso echa el viento
contra las rocas:
así estoy yo, deshecho,
entre mis pensamientos.
Casi todos los comentaristas coinciden en señalar como centro del poema la imagen de la amada inconmovible y dura como una roca, contra la que se estrella la pasión que arrebata al enamorado, pero en mi traslado la atención se enfoca en el agua, imagen de esa pasión. Lo mismo ocurre en el grabado de Ichiyusai Kuniyoshi (Edo, 1797—Tokio, 1861), pero en su visión el desplazamiento es aun mayor y acaba por invertir la lectura normal del poema pues las olas, símbolo de la pasión del hombre, cobran en ella forma de mujer. Kuniyoshi, con la libertad con que durante siglos han interpretado los artistas japoneses a sus clásicos, recreándolos para crear obras autónomas, pinta no lo que el poema dice sino lo que acaso todo amante, y entre ellos el que habla en el poema, siente con claridad al pensar en la amada: mi pasión tiene esta forma.
En el margen del río Yodo, que corre del Lago Biwa al puerto de Osaka, grabo unos trazos cambiantes. "Esto es lo malo de no hacer imprimir las obras: que se va la vida en rehacerlas", escribió Reyes. Esto es lo bueno de la vida: que corre. Como lo que aquí se publica no se imprime, se rehace.
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