Los habitantes de la isla nos hacen preguntas curiosas a los extranjeros.
—¿Y en México también hay cuatro estaciones?
—Bueno, sí, como en todos lados.
Se nos quedan viendo con escepticismo, como si hubiéramos dicho que comemos con palillos o que profesamos el shinto. Y entonces, dependiendo del interlocutor y el pie con que nos hayamos levantado esa mañana, procedemos a matizar, claro, no es exactamente igual, o a extremar, ¿qué no sabes que la tierra es redonda?
Que las cuatro estaciones ocurren en Japón de una manera más definida que en otros países, es cierto; que la sensibilidad japoneses es particularmente atenta al paso de las estaciones, también. Pero no por regalo de los dioses.
Cultivons notre jardin, dijo Voltaire. Para que los cerezos florecieran por toda la isla en primavera, fue necesario primero cubrirla de cerezos: tarea tal vez de dioses, pero cumplida por hombres. Los cerezos más famosos de Japón, por ejemplo, los de las montañas de Yoshino, fueron plantados por el asceta peregrino En no Gyouja en el siglo VII. Los del parque de Ueno, los más populares para el hanami en Tokio, se plantaron allí por orden de los Tokugawa. Otros hombres fueron creando a lo largo de siglos la mayor parte de las especies japonesas de cerezo, que son hibridaciones artificiales.
Antes de la época Heian, el árbol nacional de Japón era el ciruelo, que tuvo todavía un lugar central en el Man’yoshu. Ciento cincuenta años más tarde, a principios del siglo X, para compilar la primera antología poética imperial, el Kokinshû, Ki no Tsurayuki comisionó la escritura de poemas alusivos al cerezo: fue un paso decisivo para que en el alma de la nación ese árbol suplantara al ciruelo, símbolo chino.
Otro tanto puede decirse del momiji: el arce japonés, que no se conoce casi sino en variedades cultivadas. En otoño, ver en los montes que rodean a Kioto un tapiz, como han hecho durante siglos los poetas, no puede ser más justo: la distribución de amarillos, ocres y rojos obedece a un diseño y se debe a la labor de jardineros.
La sensibilidad japonesa a la naturaleza es una creación cultural; también lo es la naturaleza japonesa o, mejor dicho, lo que los japoneses entienden por naturaleza. No la selva —oscura, impenetrable, amenazante— sino el jardín. Por eso puede decirse que, como apuntó Paco Alcántara al comentar la foto que encabeza esta página, lo jardineros son the real heroes of Japanese culture.
How the Japanese Moving Industry Influenced Services All Over the World
-
In the ever-evolving, interconnected tapestry of global industries, staying
ahead of the game often means taking a page from the pioneers’ playbook.
Ente...
Hace 4 semanas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario