Cuando publiqué en la última entrada de este blog, del que me distrajeron hace nueve meses otros asuntos, una edición electrónica de mis traducciones de Ikkyu, el extravagante monje zen de tan diversa fama (sobre el que pueden leerse aquí
esta nota y
esta otra), varios lectores me preguntaron si habría una edición en papel.
Otro, en Monterrey, fue más allá: la propuso a la editorial de la Universidad Autónoma de Nuevo León, que aceptó la idea, la materializó y la puso a circular en la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde una amiga —a la que están dedicadas esas traducciones— adquirió el ejemplar del que me envió estas fotografías. Aún no recibo los míos, pero me dicen los dos que quedaron muy bien, y yo les creo, y me alegro. Los lectores japoneses de esta entrada advertirán que el título japonés de la portada no corresponde al español, pero entenderán que el primero figura allí para la mayoría de los lectores como elemento decorativo (y encontrarán la traducción del título japonés en el prólogo).
Lo cual me da pie y ánimo para volver a este margen, espero que con la frecuencia de antes.