En las tradiciones del shinto, el décimo mes es
kannamezuki 神嘗月, mes de la ofrenda ritual de la nueva cosecha;
kaminanzuki 醸成月, mes del nuevo sake, y
kaminashizuki 雷無月, mes sin truenos. No es difícil ver la relación entre los ciclos de la naturaleza, los ritmos agrícolas y los ritos religiosos a que estos términos aluden. En ese entramado, y sospecho que en cierta contaminación lingüística, está el origen de la palabra
kaminazuki o, modernamente,
kannazuki 神無月, mes sin dioses, pero ignoro cuál es el origen inmediato de la mitología que lo explica y según la cual en octubre los ocho millones de kami desertan las islas para congregarse en el
Gran Santuario de Izumo, convocados por la deidad residente,
Okuninushi no Mikoto. A eso se refiere el siguiente poema de
Fujiwara no Teika (1162-1241), que ya había aparecido aquí en una versión distinta:
Qué ofrenda inútil
en este mes sin dioses:
confusamente,
como cintas rituales,
vuelan hojas de otoño.
たむけしてかひこそなけれ神無月
紅葉はのさとちりまがへども
tamuke shite kai koso nakere kaminazuki
momiji wa nusa to chirimagaedomoLas nusa (幣), cintas ceremoniales de papel que señalan la presencia divina, son habitualmente blancas, pero según Robert H. Brower “
were sometimes made of cloth or paper dyed in five colors — hence the fancied resemblance to autumn leaves”(1). El poema de Teika, con el que se inicia la sección invernal de su
Centena de la Era de Shôji (正治百集 :
Shôji hyakushû: más datos en
Luna en la hierba), parte evidentemente del famoso poema de
Sugawara no Michizane que incluye el
Hyakunin Isshu:
Vueltas y vueltas:
no llevé cinta al Monte
de las Ofrendas.
Brocado de arces rojos
por divina manera.
このたびは幣もとりあへず手向山
紅葉の錦神のまにまに
kono tabi wa nusa mo toriahezu tamukeyama
momiji no nishiki kami no mani maniEn ambos casos la naturaleza paga tributo a los dioses aun cuando los hombres se ven impedidos o se resisten a hacerlo. Lo curioso, lo significativo, lo propiamente japonés es que, en ambos casos, lo hace evocando las obras de los hombres: un brocado en Michizane, un objeto ceremonial en Teika.
También se refiere a esa mitología una fábula de Jorge Luis Borges —no la mejor de las páginas que le dedicó a Japón— en la que el título cristiano es, desde luego, irónico.
DE LA SALVACIÓN POR LAS OBRASEn un otoño, en uno de los otoños del tiempo, las divinidades del Shinto se congregaron, no por primera vez, en Izumo. Se dice que eran ocho millones pero soy un hombre muy tímido y me sentiría un poco perdido entre tanta gente. Por lo demás, no conviene manejar cifras inconcebibles. Digamos que eran ocho, ya que el ocho es, en estas islas, de buen agüero.
Estaban tristes, pero no lo mostraban, porque los rostros de las divinidades son kanjis que no se dejan descifrar. En la verde cumbre de un cerro se sentaron en rueda. Desde su firmamento o desde una piedra o un copo de nieve habían vigilado a los hombres. Una de las divinidades dijo:
Hace muchos días, o muchos siglos, nos reunimos aquí para crear el Japón y el mundo. Las aguas, los peces, los siete colores del arco, las generaciones de las plantas y de los animales, nos han salido bien. Para que tantas cosas no los abrumaran, les dimos a los hombres la sucesión, el día plural y la noche una. Les otorgamos asimismo el don de ensayar algunas variaciones. La abeja sigue repitiendo colmenas; el hombre ha imaginado instrumentos: el arado, la llave, el calidoscopio. También ha imaginado la espada y el arte de la guerra. Acaba de imaginar un arma invisible que puede ser el fin de la historia. Antes que ocurra ese hecho insensato, borremos a los hombres.
Se quedaron pensando. Otra divinidad dijo sin apuro:
Es verdad. Han imaginado esa cosa atroz, pero también hay ésta, que cabe en el espacio que abarcan sus diecisiete sílabas.
Las entonó. Estaban en un idioma desconocido y no pude entenderlas.
La divinidad mayor sentenció:
Que los hombres perduren.
Así, por obra de un haiku, la especie humana se salvó.
(Atlas, 1984.)
1) “Fujiwara Teika’s Hundred-Poem Sequence of the Shôji Era”, Monumenta Nipponica XXXI, Tokyo, 1978.
* かい:甲斐; ちりまがう:散り紛う; Shouji: 正治 1199-1201