En Japón, a Borges le pareció admirable que la gente entrara a los templos riendo y bromeando; que la experiencia de lo sagrado no estuviera reñida con el buen humor. Lo hemos visto no sé cuántas veces. Tras el momento de recogimiento ritual, que suele durar pocos segundos, la gente vuelve naturalmente “a engolfarse en la vida” (Gabriel Zaid).
Tres jóvenes cruzan el Bosque de la Verdad (Tadasu no mori), en el norte de Kioto, después de participar en una de las ceremonias solemnes que rigen el transcurso del Aoi Matsuri, un festival que se celebra desde de la época Heian. Al fondo se ve una de las puertas del Santuario de Shimogamo, que precede a la ciudad, pues data del siglo VI. Se dirigen al Santuario de Kamigamo, estación final de las festividades. Viéndolos, alegres y ligeros por la senda de siglos, no recordé las palabras de Borges, sino el poema de Ungaretti:
Senza più peso
Per un Iddio che rida come un bimbo,
Tanti gridi di passeri,
Tante danze nei rami,
Un'anima si fa senza più peso,
I prati hanno una tale tenerezza,
Tale pudore negli occhi rivive,
Le mani come foglie
S'incantano nell'aria...
Chi teme più, chi giudica?
En la traducción de Tomás Segovia:
Sin más peso
Por un dios que se ría como un niño
tanto grito de pájaro,
tanta danza en las ramas,
un alma queda sin más peso,
los prados tienen una tal ternura,
un tal pudor en los ojos revive,
las manos como hojas
se encantan en el aire…
¿Quién teme ya, quién juzga?
Así, como cruzan los jóvenes el bosque, con un dios que se ríe como un niño —y que más parece una deidad del shinto que otra cosa—, salimos de este año fabuloso. Que haya sido tan bueno para ustedes.
lunes, 31 de diciembre de 2007
Como cruzan los jóvenes el bosque
lunes, 24 de diciembre de 2007
Todo el tiempo dorado por el ginkgo
El ginkgo biloba es, se sabe, el árbol más antiguo del mundo. Para los botánicos un “fósil viviente”, cuya familia se extinguió hace 2.5 millones de años en Europa y 7 millones de años en América, sobrevivió en un rincón de China hasta que monjes budistas lo cultivaron y, a fines del siglo XII, lo trasportaron a Japón, donde se desarrolló alrededor de los templos.
Así se explica que, aunque el otoño sea la estación predilecta del Man’yoshu y de la poesía cortesana que guardan las veintiún antologías imperiales, entre las frondosas arboledas de arces de esas páginas no haya una sola hoja de ginkgo. El árbol aparece en la literatura japonesa en 1530, en un diario de viaje del poeta Socho, y se multiplica en los haiku de Kikaku, Buson, Shoha, Ryokan: es de la época de Edo. Y de la poesía moderna: está en Akiko Yosano y en Mokichi Saito.
Aunque es el árbol emblemático de la prefectura de Ósaka, tengo la impresión de que es más abundante en Tokio. Hakusan dori, la avenida central del barrio en que vivíamos, se doraba de ginkgos ya mediado diciembre. En el centro de Tokio, en un pequeñísimo parque del distrito de Chiyoda, frente al hotel New Otani, tomé hace cinco años la foto de esta página. Como muchas otras, no se me ocurrió a mí sino a la Monse.
(Aprovecho, para lo dicho aquí, las páginas del Japanese American National Museum: es la fuente no declarada de casi todo lo que hay en la red, en español e inglés, sobre el tema.)
jueves, 20 de diciembre de 2007
Vivimos vacilando, a la deriva
Uno de los poemas que más me gustan del Man’yoshu (libro 17, 3896):
家にてもたゆたふ命波の上に浮きてし居れば奥か知らずも
ie nite mo tayotau inochi nami no ue ni ukiteshi oreba okuka shirazu
Aun en casa
vivimos vacilando;
sobre las olas,
en flotante morada,
quién sabe a dónde vamos...
Lo escribió un cortesano de Ôtomo no Yakamochi en noviembre de 730, cuando el Gobernador General de Kyûshû fue llamado a Kioto como Gran Consejero. Se refiere al temor ante la navegación inminente, pero me parece que expresa también una incertidumbre ancestral del alma japonesa, habitante de una isla inestable, azotada por las tifones, agitada por los temblores, temerosa de los volcanes.
En ese sentimiento puede encontrarse el origen de la visión japonesa de la naturaleza, y de muchas otras cosas en las que no voy a entretenerme hoy, porque lo que quiero es presumir la postal que recibimos de Brian Nissen, quién sabe si desde Nueva York o México o Barcelona, pues entre esos tres lugares se mueve, sin temor a la incertidumbre ni al viaje y dichoso de la vida mudable, como se ve.
martes, 18 de diciembre de 2007
La cucaracha vuela en japonés
La cucaracha soñadora
Era una vez una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha llamada Franz Kafka que soñaba que era un escritor que escribía acerca de un empleado llamado Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha.
El cuento está en La oveja negra y otras fábulas, libro del que Ayano Hattori hizo la traducción japonesa para la editorial Shoshi Yamada. Y está también, vengo a descubrir, en YouTube, en un video de Hanafubuki. La voz que lee el texto es la de la actriz Yoko Shibata.
sábado, 15 de diciembre de 2007
Peces del aire altísimo
Nada más que un reflejo, con nitidez de sueño,
en el agua impasible: carpas rojas, translúcidas,
sobre el muro de láminas de hierro corrugado,
renegrido de hollín, ya tocado de herrumbre.
Unos peces sin cuerpo en un agua sin límites,
el tiempo suspendido y el mundo abandonado
de un suburbio fabril la tarde de un domingo.
Qué extraña claridad, qué difusa inquietud.
Así son las imágenes de Ota, fotógrafo de Kanagawa:
transparencia y opacidad, maravilla y desasosiego.
jueves, 13 de diciembre de 2007
Una conversación interminable
Los vi allí, colgados en la pared al sol del otoño, y no pude sino evocar aquel poema que tradujo memorablemente Octavio Paz:
春雨やものがたりゆく蓑と傘
harusame ya monogatari yuku mino to kasa
Llovizna. Plática
de la capa de paja
y la sombrilla.
Sólo más tarde me di cuenta de que no había allí una sombrilla sino un sombrero y de que el autor del poema, Yosa Buson, no pudo haber estado entre los contertulios del poeta Mukai Kyorai en esa casa, que se conoce como Rakushisa y donde en cambio sí estuvo Matsuo Basho, su huesped tres veces, en 1689, 1691 y 1694, en la segunda de las cuales escribió lo que se conoce como Diario de Saga, Saga Nikki, uno de sus cuadernos de viaje, que habría que traducir al español. No había sombrilla sino sombrero, no era primavera sino otoño y no caía la lluvia sino un sol sin nubes, pero todo allí conversaba animadamente, lo mismo que la multitud visitante, más numerosa que las hojas del otoño aunque tal vez no más palabrera.
martes, 11 de diciembre de 2007
Mainichi Shinbun, domingo 9 de diciembre
Así dio cuenta el Mainichi Shinbun de la inauguración de la muestra fotográfica Japón Cuatro en la gallery maggot de Osaka, el sábado pasado.
El título de la nota es disparatado, pero por supuesto no es nuestro.domingo, 9 de diciembre de 2007
Poemas de piedra, de Arturo Escandón
Inspirado en la versión de un poema de Izumi Shikibu que incluí en Luna en la hierba (Hiperión, Madrid, 2007), Arturo Escandón nos sorprendió con este otro:
El anuncio de Kansai Art Beat
"Japón 4" Exhibition
Venue: Gallery Maggot
Schedule: From 2007-12-08 To 2007-12-16
Open 13:00-20:00 on Saturdays and Sundays.
Address: 202 Hatsune Building, 1-2-4 Showa-cho, Abeno-ku, Osaka 545-0011
Phone: 06-6628-5235 Fax: 06-6628-5235
sábado, 8 de diciembre de 2007
Diarios privados escritos en público
viernes, 7 de diciembre de 2007
como muy no sé cómo, tú me entiendes
Antes de mudarnos a Kansai vivimos durante cinco años en Tokio. Cuando me preguntan si echo de menos algo, respondo de inmediato que sí: museos y galerías, bares y restaurantes y, desde luego, los amigos con quienes los frecuentaba. Pero nada me ha provocado una nostalgia tan irremediable como esta fotografía de chillhiro que descubrí poco después de llegar aquí, salvo las otras suyas que luego he visto. No por el lugar —un restaurante que no conozco pero podría ser cualquier otro— ni por esa comida que ya no está en la mesa pero delatan utensilios y condimentos y es, sí, uno de mis platos favoritos de la comida japonesa, más bien de Tokio que de Kansai: el dojô, que así se dice (どじょう) aunque en las cortinas y cartas de los establecimientos se escriba invariablemente どぜう (dozeu), con una grafía que no es la del kana histórico (歴史的仮名遣 rekishiteki kanazukai) sino la de cierta jerga de la época de Edo, y es una locha (lobo del Japón, pez barómetro o misgurno) que vive en aguas estancadas o en remanso y con lodo, donde acostumbra enterrarse, algo así como una sardina alargada. No, no fue el recuerdo del dojô, con todo lo que me gusta, sino, por extraño que parezca, la luz: esa luz que es evidentemente cualidad de la fotografía, de la película fotográfica de una cámara Mamiya para ser exactos, y que de alguna manera que no sabría definir de inmediato corresponde precisamente a la atmósfera íntima de Tokio, a la tonalidad del recuerdo de Tokio en mi memoria. Como, decía, muchas otras fotografías de chillhiro.