jueves, 20 de septiembre de 2007

Japanese people call this art Nature

Entre todas las fotografías que hay en mis páginas de Flickr, ninguna ha recibido más comentarios que esta. Me complace, porque es una de mis favoritas, pero también me extraña, porque es una imagen sencilla, de una composición elemental, sin acción ni anécdota, y porque muy pocos parecen haber reparado además en el sentido del título.
     Para los occidentales, la imagen esencial de la naturaleza es la selva: cosa desordenada y confusa, impenetrable e inabarcable, que es imposible conocer del todo y a la que no se puede impunemente poner límites. La imagen de la conciencia extraviada, al principio de la Commedia de Dante, es la selva selvaggia; en la última frase de La vorágine de José Eustasio Rivera, una ciega omnipotencia cae como lápida sobre los personajes: "se los tragó la selva". La naturaleza es definitiva, es irremediable: Lo que natura non da, Salamanca non presta, e ir contra natura, alterando el orden cósmico, es cometer el pecado de la hybris: arrogancia y desmesura.
      Nada más ajeno al alma japonesa. En toda su poesía clásica, desde el Man'yoshû hasta Matsuo Bashô, no hay mención de la selva. Se habla, sí, del bosque profundo; pero es el de las montañas que rodean a Kioto, y lo que sabemos de esas honduras es el canto de los ciervos que desde ahí se escucha, como lo que sabemos de las montañas es la blancura de las flores en primavera y el color de las hojas en otoño. Son bosques y montañas vistos desde la veranda, como paisaje integrado al ámbito doméstico, o recorridos en excursión. No son zona de peligro ni entrada en lo desconocido. La imagen ideal de la naturaleza es, para los japoneses, el jardín. No un jardín francés, graciosa ilustración de un teorema, ni un jardín mexicano, todo colorido y exuberancia — palpitación de la selva—, sino un jardín japonés: una vía ascética que pasa por la visión estética y termina en la revelación del vacío.
     Los jardineros japoneses se distinguen por el tamaño de sus tijeras. Se acercan a los árboles como si fueran a hacerles la manicura, y tres o cuatro son necesarios para peinar cada rama. He visto atarearse a toda una cuadrilla en un metro de musgo. ¿Cuántas hojas le quitaron a esta rama para que se viera naturalmente perfecta?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Veo una explicación a la que nunca he llegado para definir a nosotros mismos(siquiera a nadie). La naturaleza es algo que está siempre con nosotros, en nosotros, algo temeroso, pero nada de enfrentarse. Muchas gracias por la entrada y por la preciosa foto.
Un saludo muy cordial.

Pandacucho dijo...

Allan Watts alguna vez comparó las culturas orientales y occidentales. Dijo que la occidental estaba en constante oposición a la naturaleza, a diferencia de la oriental que estaba en aceptación de la misma. Veo eso en tu entrada. Sin embargo, también pienso que este pensamiento es muy tajante y generalizador. Habría que preguntarse si siempre ha sido así, si siempre este lado del mundo ha estado en contra de la naturaleza. Siento que hay muchas cosas que entran en juego.

Hermosa foto.

Saludos.

Carlos J. Díaz

Aurelio Asiain dijo...

Eso que dice Watts es un lugar común con el que no estoy de acuerdo. Mi nota apunta a algo distinto: la "naturaleza" es, en Japón (yo no hablo nunca de "Oriente" en general, no sé qué es eso), una idea, una creación cultural, algo, por lo tanto, que se tiene a distancia. Ocurre lo mismo en otras culturas pero de distinto modo.