sábado, 23 de junio de 2007

Japón en Nueva España

El insigne historiador Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin (1579—1660), descendiente de los señores de Chalco, tradujo al náhuatl la Historia de las conquistas de Hernando Cortésde Francisco López de Gómara y compuso en español un conjunto de crónicas y relaciones imprescindibles para la historia del México prehispánico. Apenas en 1971 se descubrió el Diario de Chimalpahin, un libro interesantísimo que registra la vida pública de la ciudad de México entre 1577 y 1615; se publicó en 2001, en una edición que tiene el mérito de haber reconstruido, paleografiado y traducido del náhuatl un manuscrito disperso en bibliotecas de París y México, pero el inconveniente de salir a la luz pública muy desapercibida de aparato crítico.
El nombre de Japón aparece varias veces en el
 Diario. La primera, en una entrada que se refiere a los mártires de Nagasaki:

El 7 de diciembre de 1597, segunda dominica de adviento, fray Juan de Castillo anunció durante el sermón que en la China habían muerto seis religiosos descalzos hijos de San Francisco. Murieron aspados, con las manos clavadas en una cruz, en la provincia llamada Japón; y otros cristianos que eran japoneses también murieron, pues los mataron juntos; esto se hizo por órdenes del emperador del Japón. (pp. 71-72)

No está claro si es el padre en el púlpito o el el escritor en su mesa quien considera a Japón provincia de China, pero la confusión es habitual en la época. Llama la atención también que no se mencione sino a seis de los mártires, entre los veintiséis crucificados, y que entre ellos no se destaque al mexicano Felipe de Jesús. El nombre no aparece tampoco en la entrada que, un año después, abunda en la noticia:

El domingo 6 de diciembre de 1598, por la tarde, llegaron los restos de los padres descalzos que habían muerto en Japón, en tierras de la China, por la tarde llegaron los religiosos trayendo en hombros las cajas donde venían [los restos]; y todos los religiosos que había en México fueron a San Diego a recibirlos. Luego se hizo una descarga de arcabuces, y cuando la escucharon allá en San José, colgaron cuatro lienzos con pinturas en la iglesia; todos fueron a mirarlas y admirarlas, españoles y naturales. Allá se pusieron las pinturas en los muros de San José, por indicaciones de [Francisco de] Gamboa y de fray Juan [de Castillo], que entonces tenían a su cargo a los mexicas. …
(p.73)

¿Estaban, entre esos restos y esas pinturas, las de Felipe de Jesús?

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