Fausto Larraguíbel acaba de leer la historia del que atrapó el trueno y me pregunta: “¿Se te viene a la mente algún haikú que contenga un relámpago?” Acude este de Bashô:
Admirable
aquél que ante el relámpago no dice:
la vida huye.
Recuerdo la traducción de Octavio Paz, que comenta el poema al final de su ensayo sobre "Tres momentos de la literatura japonesa". Paz traduce evidentemente la versión de R. H. Blyth:
How admirable,
he who thinks not, “Life is fleeting”,
when he sees the lightning flash.
El poema en español es mejor: evita el énfasis del primer verso y hace caer el relámpago en medio de un endecasílabo heroico que, si es ajeno a las convenciones del género, se despliega con clara naturalidad en la amplitud que anuncia la palabra "admirable". El cambio de “think not” a “no dice” es afortunado, pues uno de los sentidos secundarios del verbo satoru, pertinente para el caso, es “hablar como iluminado” (irónicamente). Paz señala que el poema “nos abre las puertas del satori”, pero lo hace guiado por la intuición poética y sin saber que esa palabra, satori, está en el poema en su forma verbal, satoru. Es curioso que Blyth, tan criticado por su proclividad a interpretar cualquier haiku en términos del budismo zen —que no siempre viene a cuento— no se detenga en la palabra y en su lugar introduzca una paráfrasis: “who thinks not, ‘Life is fleeting’”. Llama también la atención la palabra “admirable”: tattosa es sustantivo y está más cerca de "noble", "honorable","venerable".
El original está en una carta en que Bashô le refiere a Suganuma Kyokusai —su corresponsal más frecuente— el descontento que le causó ver a sus discípulos en Ômi tan entregados a la disipación como a la autocomplacencia y con la boca llena de lugares comunes sobre el zen. El poema se refiere a esas bocas flojas. Lo preceden estas frases: «Dijo un gran sacerdote: Hace mucho daño el conocimiento superficial del zen. Aprecié mucho el comentario.»
稲妻にさとらぬ人の貴さや
inazuma ni satoranu hito no tattosa yo
Cuánta nobleza
del que no se ilumina
ante el relámpago.
En el segundo verso está implícito el sentido: "—no habla, iluminado,"... En todo caso, es una traducción más literal que la de Blyth y harto menos eficaz que la de Paz. A diferencia de Alan Watts, para quien este poema “dice demasiado para ser un auténtico haiku” —una observación que hace ver a Watts como uno de esos discípulos de que Bashô se lamentaba— Paz supo leerlo:
Crítica del lugar común pero también crítica a nuestra pretensión de identificar, significar y decir. El lenguaje tiende a dar sentido a todo lo que vemos y una de las misiones del poeta es hacer la crítica del sentido. Y hacerla con las palabras, instrumentos y vehículos del sentido. Si decimos que la vida es corta como el relámpago no sólo repetimos un lugar común sino que atentamos contra la originalidad de la vida, contra aquello que efectivamente la hace única. La verdad original de la vida es su vivacidad y esa vivacidad es consecuencia de ser mortal, finita: la vida está tejida de muerte. Pero al decirlo convertimos en dos conceptos, vida y muerte, la vivaz y fúnebre unidad vida-muerte. ¿Hay un lenguaje que diga, sin decirla, esa unidad? Sí, el haikú: una palabra que es la crítica de la realidad, una realidad que es la burla oblicua del significado. El haikú de Basho nos abre las puertas de satori: sentido y falta de sentido, vida y muerte, coexisten. No es tanto la anulación de los contrarios ni su fusión como una suspensión del ánimo. Instante de la exclamación o de la sonrisa: la poesía ya no se distingue de la vida, la realidad reabsorbe a la significación. La vida no es ni larga ni corta sino que es como el relámpago de Basho. Ese relámpago no nos avisa de nuestra mortalidad; su misma intensidad de luz, semejante a la intensidad verbal del poema, nos dice que el hombre no es únicamente esclavo del tiempo y de la muerte sino que, dentro de sí, lleva a otro tiempo. Y la visión instantánea de ese otro tiempo se llama poesía: crítica del lenguaje y de la realidad: crítica del tiempo. La subversión del sentido produce una reversión del tiempo: el instante del haikú es inconmensurable.
No sé qué diría Bashô. Sé que le asombraría, y sin duda le irritaría, ver cómo la palabra zen se ha vuelto un lugar común en el mundo y anda en boca de todos, para nombrar lo que sea.
4 comentarios:
Interesante apreciación, al señalar que en la poética oriental, subyace implícitamente una síntesis dialéctica, que eleva a un nivel superior de reflexión, la existencia habitada de ser.
Caray, me has hecho sacar el tomo dos de las obras completas de Octavio Paz para releer ese magnífico pasaje, que había olvidado por completo. Unas páginas antes, con carácter de afirmación general, llega a decir: "el haiku es satori". Aunque creo que más bien debemos interpretarlo como "el haiku puede ser satori".
Un abrazo,
F.
Al adentrarse en tu interesantísimo ensayo —yo, con el cerebro a todo lo que da— uno casi olvida la foto, que es hermosa, hermosísima, aunque abuse del lenguaje, y más hermosa con el título que le pusiste. Tu generosidad, Aurelio, al compartir con nosotros tanta maravilla, es infinita.
A serenidade e a simplicidade como valores estéticos essenciais.
o haikai é como uma tangente à unidade (tangente ao momento razão). É absolutamente único e despretencioso.
A Foto é excelente, o texto é magnífico!
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