domingo, 4 de enero de 2009

Un poema que aún no hemos leído



Me había quedado dormido en el tren y al despertar, pensando que llegaba a mi destino, había descendido atolondradamente para darme cuenta, ya en el andén, de que aún me faltaba una estación. Decidí completar el trayecto a pie, para despejarme y porque me gusta el camino al lado del río. Al final del camino, no sé bien por qué, me desvié hacia el barrio de Gion y, en lugar de llegar derechamente a donde iba, me entretuve en las tiendas de anticuarios de Furumonzen, con el pretexto de buscar un abanico otoñal que le interesa a Víctor Weinstock. No lo encontré —tampoco me fatigué en la búsqueda: abrir y cerrar abanicos aburre— pero acabé adquiriendo un dibujo que representa al mítico excéntrico taoísta de la dinastía Tang, Han-Shan (Montaña Helada), o Kanzan, versión japonesa del nombre que me dijo la vendedora. Del autor no supo informarme sino que hace poco más de doscientos años había sido monje del Myoshinji, el enorme templo zen de la escuela Rinzai (tiene 43 subtemplos) que está cerca del Pabellón Dorado; supongo que puede ser Tengen Chiben (1737–1805). Del texto no pudo descifrar más que los cuatro insuficientes caracteres que yo, al curiosear en la tienda, ya había leído. Hasta hace un par de días no desenrollamos el dibujo y lo colgamos. Espero que alguno de los lectores identifique el poema.

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