viernes, 30 de enero de 2009

lunes, 12 de enero de 2009

Un día escucharán esto que digo



El pequeño Santuario de Otoyo está en el barrio encantador de Shishigatani, al pie del Higashiyama, a la vera del Paseo del Filósofo. Es vecino por tanto del Honen-in y el Nanzenji, vastos templos ilustres a los que resguarda. (En Japón un templo budista esta siempre resguardado por un santuario shinto, que paga tributo a las deidades locales.) Dicen la leyenda y las placas municipales que se erigió en 887 como plegaria por la salud del Emperador Uda. Está consagrado consecuentemente a Sukunahikona no Mikoto (少彦名命), deidad de la medicina, pero también a Sugawara no Michizane, patrón de la literatura y los estudios cuya existencia histórica es posterior a la época de Uda. Además de esas figuras, en el santuario hay numerosas estatuas de ratones, monos y otros animales, que reciben en altares menores, y diversos árboles y flores de valor simbólico. Ignoro cuál sea su relación con las artes escénicas, pero un día de abril nos encontramos ahí con el espectáculo de este actor de kyogen que practicaba su parlamento con intensidad sin mengua, como si el auditorio no hubiera estado desierto y muy pocos de los visitantes que pasaban, camino de lo cerezos en flor en las faldas de la montaña, se detuvieran unos instantes a escucharlo.

lunes, 5 de enero de 2009

Variación sobre un tema conocido


A variation on a Hokusai's theme, originally uploaded by ionushi.

La costumbre de adherir estampas votivas en las columnas a la entrada de ciertos templos y santuarios se remonta al siglo XIV. Entonces se trazaban individualmente en láminas de cobre, pero en la segunda mitad de la época de Edo ya se producían en serie, muchas veces diseñadas por artistas de ukiyo-e, que naturalmente no se limitaron a las imágenes del culto religioso. Es el caso de esta, proveniente de la bahía de Futami donde mujeres pescadores se sumergían para recoger ayer algas, hoy perlas, y que traduce el Sueño de la mujer del pescador imaginado por Hokusai en una escena ya no onírica pero en cambio submarina, en la que la mujer es ella misma pescadora, como revela la poderosa musculatura, y no anhela al pulpo sino que se le enfrenta. La estampa es de la época Taisho (1912–1926), cuando ya los senjafuda se empleaban no sólo para dejar testimonio de la visita al lugar sagrado sino también, lo mismo que ahora, como pintorescas tarjetas de visita.

domingo, 4 de enero de 2009

Un poema que aún no hemos leído



Me había quedado dormido en el tren y al despertar, pensando que llegaba a mi destino, había descendido atolondradamente para darme cuenta, ya en el andén, de que aún me faltaba una estación. Decidí completar el trayecto a pie, para despejarme y porque me gusta el camino al lado del río. Al final del camino, no sé bien por qué, me desvié hacia el barrio de Gion y, en lugar de llegar derechamente a donde iba, me entretuve en las tiendas de anticuarios de Furumonzen, con el pretexto de buscar un abanico otoñal que le interesa a Víctor Weinstock. No lo encontré —tampoco me fatigué en la búsqueda: abrir y cerrar abanicos aburre— pero acabé adquiriendo un dibujo que representa al mítico excéntrico taoísta de la dinastía Tang, Han-Shan (Montaña Helada), o Kanzan, versión japonesa del nombre que me dijo la vendedora. Del autor no supo informarme sino que hace poco más de doscientos años había sido monje del Myoshinji, el enorme templo zen de la escuela Rinzai (tiene 43 subtemplos) que está cerca del Pabellón Dorado; supongo que puede ser Tengen Chiben (1737–1805). Del texto no pudo descifrar más que los cuatro insuficientes caracteres que yo, al curiosear en la tienda, ya había leído. Hasta hace un par de días no desenrollamos el dibujo y lo colgamos. Espero que alguno de los lectores identifique el poema.

jueves, 1 de enero de 2009

Son 108 golpes de campana

La traducción del poema es de Koji Ando. La foto es de Monserrat Loyde.
La campana está en el Enryaku-ji.