viernes, 30 de noviembre de 2007

Escritura camino a la ceniza


Let them get what they want, originally uploaded by ionushi.

Durante el fude kuyô (筆供養, “funeral de los pinceles”), que se realiza en fechas próximas al cambio del año en diversos templos y santuarios de Japón, los calígrafos y hombre de letras agradecen su servicio y sus dones a los instrumentos de escritura entregándolos al fuego, de mano de los oficiantes y en la solemnidad de los cantos rituales. Dicen que quienes son tocados por el humo mejorarán su escritura. No necesito confesar que el viento no estuvo a mi favor.
           La ceremonia se celebra en fecha variable. En el Nikaido (二階堂) de Kamakura, dedicado al poeta, letrado y político de la época Heian Sugawara no Michizane (794-1185/92), el 25 de enero. En el Shogaku-an (正覚庵), subtemplo del Tofukuji, vasto complejo zen de Kioto donde tomé la foto que aparece en esta página, el 23 de noviembre de 2007.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Frente al televisor toda la tarde

Sodai gomi (粗大ごみ: basura grande) se llaman los deshechos que el camión recolector de basura no puede llevarse y requieren la contratación de un servicio especial, más o menos oneroso. Así le dicen también al jubilado que, gastada la vida en la fábrica o la empresa y de un día para otro sin empleo ni ánimo ni rumbo, llega a apoltronarse en el sofá de la sala (hasta que la esposa, si ha sabido invertir el salario que él le entregó íntegramente cada mes durante cuarenta años o más, se decide a ponerlo de patitas en la calle). Más noble y más cruel es otra manera de llamarlos: nure ochiba (濡れ落ち葉), hojarasca mojada: esa que, tras las lluvias de otoño, pesa tanto y es tan difícil barrer y no puede quemarse.

一日中テレビの前に濡れ落ち葉

martes, 27 de noviembre de 2007

La hoja, enrojeciendo, va a la flor


Just a last touch before leaving, originally uploaded by ionushi.

Fuimos al Arashiyama, no sólo para ver los momiji sino, sobre todo, para conocer el Nison-in (二村院), donde es fama incierta que Fujiwara no Teika compiló la centena poética conocida como Ogura Hyakunin isshu (pues el templo se encuentra en las faldas del Monte Ogura). En el camino, luego de presentar respetos al santuario de Nonomiya, sobre el que hay tantas referencias en la literatura japonesa, y antes de llegar al Jojakko-in, entramos a un pequeño templo —parecía más bien una residencia privada— que no registran los mapas ni los libros que tengo a mano: el Shukaku-ji. Estaba cerrado pero el jardín, de dimensiones modestas, podía visitarse libremente. Allí vi esta imagen y no pude —yo, que encuentro ridículos a los fotógrafos de flores— resistirme a capturarla: a punto de caer, la hoja, enrojeciendo, toca la flor apenas.
      A la vejez, viruelas.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Hierbas en el arroyo, a la deriva


, originally uploaded by lamonse's views.

Ki no Tsurayuki cita en el prólogo del Kokinshû, entre otros poemas de Ono no Komachi, el que escribió para rechazar la invitación de Fun’ya no Yasuhide a visitar la provincia de Mikawa, a la que partía como gobernador:

わびぬれ ば身をうきくさのねをたえてさそふ水あらばいなむとぞ思ふ
wabinureba mi mo ukikusa no ne wo taete sasou mizu araba inan to zo omou

En la traducción no literal de Carlos Rubio (Kokinshuu, Hiperión, 2005):

Tan triste y sola:
como un alga flotante
sin raíz ni arrimo
a merced de corrientes
que me arrastren y lleven.

En la versión indirecta de Octavio Paz (Versiones y diversiones, Joaquín Mortiz, 1974):

Hierba, me arranca
la desdicha. Yo floto
ya sin raíces.
¡Siguiera al remolino
si me hiciese una seña!

Es difícil contar los ecos de esas palabras en la literatura japonesa, que resuenan ya en un episodio de los Yamato monogatari (951) y todavía en una pieza teatral de Yukio Mishima y dos cintas de Yasujiro Ozu. En dos obras de teatro nô del ciclo de Komachi desempeñan un papel central. A través de ellas se revela en Sekidera Komachi, de Zeami, la identidad de la poetisa. En Sotoba Komachi, que se atribuye a Kan’ami, el shite, que encarna el espíritu de la poetisa, se refiere a sí como "hierba flotante, cuerpo que el agua llama" (身は浮き草を誘ふ水 mi wa ukikusa o sasou mizu, mi wa ukikusa o sasou mizu. "Llama" o más bien incita, invita, tienta, que eso quiere decirsasou. Adviértase, además, que la primera persona, en este pasaje y en el poema al que alude, no es watashi (私) sino mi (身), que en primer lugar quiere decir "cuerpo". En otro momento de Sotoba Komachi, el shite dice:

姿が 世をも厭 はばこそ。 心こそ厭 へ
sugata ga yo wo mo iya wa bakoso, kokoro koso iya e


Mi forma está en el mundo, mi espíritu se ha ido.

La hierba a la deriva (eso significa ukigusa, más que flotante, si bien se piensa) es pues, en el poema de Ono no Komachi, el cuerpo del que el espíritu se ha ido. El cuerpo, en términos cristianos, desalmado.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Todos enrojecidos de repente


With three of the very best, originally uploaded by ionushi.

No nos pusimos de acuerdo Paco, Sara, la Monse y yo para que el rojo fuera tan importante en las cuatro fotografías de la tarjeta postal que invita a nuestra exposición en la gallery maggot de Osaka. En la mía ocupa casi todo el espacio, y no más porque el guardián del orden, accidente afortunado, entró para convertir la imagen en escena. Lo que está viendo puede verse en esta página.

Aquí hay un mapa para llegar a la galería, que está a sólo 3 minutos a pie de la salida 1 de la estación Showacho de la línea Midosuji del metro: 1–2–4 Shôwachô, Abenoku, Osaka. Del 8 al 16 de diciembre; el 8 es sábado y los cuatro estaremos ahí para brindar con los que lleguen.

martes, 13 de noviembre de 2007

Es sólo una muchacha que pasaba


boogie, originally uploaded by junku-newcleus.

Cuanto estaba ya en orden y sin gracia: la línea blanquísima del suelo, las ruedas, canastillas y manubrios, esa ropa sin duda bien planchada, y lo que en un instante ocurre: esa mano a la altura del sillín —¡qué importante la uña del pulgar!—, en la otra la bolsa que no pesa, la sandalia en la raya, por supuesto, y ese otro pie en el aire, ese ángulo, esa nada: esa mujer que pasa, que tal vez huye de la cámara, bailando sin saberlo, iluminada. Todo cae en su sitio de repente, pero de qué manera inesperada.

No es el rincón de un bar, hondo en la noche de Nagoya, ni una acera orillándose hacia el alba; no hay alcohol ni tabaco, como en tantas fotos de junku, y esta mujer sin rostro ha de ser tímida, a diferencia de las otras, descaradas. Pero la perfección, la gracia, la luz de lo que pasa, la oscuridad iluminada: eso está en cada foto suya —aunque esta que aquí he puesto, a plena luz del día, nos resulte un instante tan extraña. 

sábado, 10 de noviembre de 2007

Olas contra la roca destrozadas


Ichiyusai Kuniyoshi, originally uploaded by ionushi.

Ninguna entre todas las versiones que he intentado del Hyakunin Isshu me ha dejado tan satisfecho como la de este poema de Minamoto no Shigeyuki; no por su siempre discutible fidelidad sino por el poema resultante:

           風をいたみ   岩うつ波の   おのれのみ   くだけて物を   思ふころかな
           kaze wo itami   iwa utsu nami no   onore nomi   kudakete mono wo   omou koro kana

           Como las olas
                 que furioso echa el viento
                       contra las rocas:
           así estoy yo, deshecho,
                 entre mis pensamientos.

Casi todos los comentaristas coinciden en señalar como centro del poema la imagen de la amada inconmovible y dura como una roca, contra la que se estrella la pasión que arrebata al enamorado, pero en mi traslado la atención se enfoca en el agua, imagen de esa pasión. Lo mismo ocurre en el grabado de Ichiyusai Kuniyoshi (Edo, 1797—Tokio, 1861), pero en su visión el desplazamiento es aun mayor y acaba por invertir la lectura normal del poema pues las olas, símbolo de la pasión del hombre, cobran en ella forma de mujer. Kuniyoshi, con la libertad con que durante siglos han interpretado los artistas japoneses a sus clásicos, recreándolos para crear obras autónomas, pinta no lo que el poema dice sino lo que acaso todo amante, y entre ellos el que habla en el poema, siente con claridad al pensar en la amada: mi pasión tiene esta forma

jueves, 8 de noviembre de 2007

Al salir de la escuela y sin saberlo


after school(1), originally uploaded by utoutokumasan.

¿Qué me emociona en esta fotografía? Aprecio, desde luego, la perfecta composición, el delicado equilibrio de luces y sombras, la geometría del escenario, abstracto de no ser por los árboles y, claro, esas figuras que entran graciosamente en escena, como si ejecutaran, con ligereza y precisión, una coreografía bien sabida. Me gusta el ideograma que trazan en el aire y la alegría en los rostros. Me conmueve, sin duda, el contraste entre la efímera intensidad de ese momento y el mudo escenario irrelevante, que permanecerá. O tal vez sea sobre todo otra cosa: la certidumbre de que todo eso, el modesto milagro de la escena, ellos ni siquiera lo han visto. Ni falta que les hace.

La fotografía es del portentoso utoutokumasan.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Borra la luna el ritmo de la lluvia

El 28 de octubre vimos, en el Kongo Nohgakudo (el nuevo teatro Noh que se encuentra a un costado del Palacio Imperial en Kioto), una cautivadora representación de Ugetsu. La obra se atribuye a Komparu Zenchiku (1405 – 1468) y su tema es la poesía. Saigyô, el monje poeta del siglo XII, llega al santuario de Sumiyoshi y pide albergue a una pareja de ancianos que vive en una choza ahí mismo. Han discutido cómo debe ser un poema sobre su casa; ella disfruta la visión de la luna entre los agujeros del techo, él prefiere el sonido de la lluvia en el techo, y piden la opinión de su huésped. Saigyô sugiere felizmente que el poema se inicie con la mención de ambas cosas (de ahí el título de la obra: Ugetsu, luna con lluvia) y, la discusión así zanjada, los tres se embarcan entonces en una charla sobre el sentido de la forma en la poesía y la visión de la naturaleza. El viejo, al fin, revela ser el mismo dios Sumiyoshi, patrón de la poesía.
      Esta mañana, hojeando distraidamente la antología de Shirane, caí en este hokku de Shinkei (1406 – 1475), uno de los más destacados autores de renga:

      聞くほどは   月を忘るる   時雨かな
      kiku hodo wa tsuki wo wasururu shigure kana

      Al escucharlo
      te olvidas de la luna:
      breve chubasco.

Es, apenas hace falta decirlo, un poema de otoño, estación de grandes lunas y breves chubascos. A juzgar por las reseñas, parece bueno el libro de Esperanza Ramírez–Christensen, Heart's Flower. The Life and Poetry of Shinkei, que no conozco todavía.

Háblanos de tu viaje. ¿Cómo es Japón?

En la Semana Santa de 1982 una gripe considerable me obligó a deshechar los planes de viaje y permanecer encerrado en la habitación que ocupaba en el piso de unos amigos madrileños, Costanilla de Santiago 16, 2o. derecha. También me regaló con las dos mil páginas de de la Crónica de la intervención de Juan García Ponce, que de otro modo no habría cursado. En el capítulo 22 de la segunda parte aparece este diálogo:

           —Los viajeros que regresan tienen el difícil deber de contar qué han visto.
           Por eso siempre los he compadecido —dice Eugenia.
           —Tienes razón —dice Anselmo, girando una silla para mirar directamente a
                Eugenia—. Pero yo no pensaba regresar. Mi decisión era otra.
           —¿Qué habías decidido?—pregunta Delia.
           Fray Alberto contesta rápidamente en vez de Anselmo:
           —Irse a un monasterio budista en Japón. !Imagínate!
           —¿Es cierto?
           —Sí. Desgraciadamente es cierto—contesta Anselmo.
                 [...]
          —Y ahora tienes que cumplir tu deber. Háblamos de tu viaje. ¿Cómo es Japón?
           —pide Eugenia.
           —Está lleno de japoneses —contesta rápidamente Anselmo.

El pasaje da una idea bastante precisa de la presencia de Japón en la narrativa mexicana del siglo XX.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Imagen de Japón para ojos diplomáticos

En El alba llama a la puerta (1966), Jorge Carrera Andrade (Quito, 1903–1978) incluyó un curioso poema que evoca su experiencia de Japón, donde pasó tres años como Cónsul General del Ecuador, a fines de los años treinta:

           Islas niponas

           Tomo con los palillos un corazón enano
           entre granos de arroz que ríen con sus dientes minúsculos
          a la sombra de los pinos marítimos
           que vieron llegar por las olas la estatua del dios
           y por las nubes la barca del hombre
           fundador de dinastías.

           Los sacerdotes de cabeza rapada
           llevan el dosel del cielo
           cerca del templo de laca
           vacío hasta las lágrimas de cera.
           Los santos hombres de Zen se refugian en un islote
           para ver la caída de la hoja,
           lengua de lo alto.

           Los mendigos engañan su hambre tocando la flauta.
           Al ocaso, el sol mira de reojo
   las ventas de pescado momificado.
   Las luces de Ginza tiemplan en la red de las constelaciones
   mientras las anguilas recorren la tierra
   en busca de los lagos nupciales.

           Ningunos ojos más llenos de amor humano
           que los de la joven manchú sobre las esteras
           ante el cuerpo del extranjero comprador de caricias.
           Kioto, Kamakura, Karuizawa:
           miles de años han madurado la civilización de madera
           contemplada con una sonrisa enigmática
           por la inmensa estatua del dios de bronce
           hueco como una campana
           en espera de los tifones oceánicos
           que dejarán sólo un esqueleto de pez sobre la arena.

           Zen: mira mi mano flácida. Soy un hombre de Zen.
           No tengo otro cuenco de arroz de la luna.
           Sin embargo en mi corazón reverdece la sabiduría
           como un limonero enano
           y en mi paladar se redondea la palabra
           antes de salir a deshacerse en el aire.


Nada más ajeno al zen que la estrofa final, vana de una elocuente sabiduría que reverdece sin embargo de la pobreza (no tanta que no alcanzara para pagar amores manchúes, sin embargo). Pero es que el poema no pertenece al género filosófico, sino al de la estampa turística, como revela el verso “Kioto, Karuizawa, Kamakura”. Además de la ka inicial, el único rasgo común en esas tres palabras, variablemente misteriosas para el extranjero y evocadoras para el diplomático en retiro de una civilización milenaria, es el de nombrar destinos turísticos. Entre Kioto y Kamakura, antiguas capitales de Japón y cuna de momentos peculiares de la civilización, Karuizawa, un lugar de veraneo popular entre los diplomáticos porque, sobre ser fresco en verano y nevado en invierno, tiene un aire muy europeo desde que el misionero Alexander Croft Shaw lo puso de moda a fines del siglo XIX.
           Yasunari Kawabata y Yukio Mishima se retiraban a veces a escribir al hotel Manpei de Karuizawa, pero el único escritor del que recuerdo haber visto ahí una fotografía —y enorme— es John Lennon, que apreciaba el piano del comedor, al otro lado del vitral que se ve en la foto de esta página.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Nada más nuevo que los diarios viejos


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