jueves, 30 de abril de 2009

Será por el color de la corbata



El año pasado, en una de las crónicas que escribía desde Kioto para La Vanguardia, Jordi Juste señaló cómo en Occidente, al referirse a la la contaminación ambiental en Asia, los medios de comunicación utilizan imágenes de japoneses con mascarillas quirúrgicas que, en realidad, llevan para no esparcir la gripe, si tienen el virus, o defenderse del polen al que muchos son alérgicos.
           El uso de esas mascarillas no es excepcional. Uno se acostumbra a verlas en ciertas épocas del año y, llegado el caso, a usarlas. En México, en cambio, donde hay una situación excepcional de emergencia sanitaria, la gente ve el uso de la mascarilla como un exceso, como una muestra de paranoia y aun como una imposición. A la prensa y el internet llegan desde ahí muchas fotos de grupos de gente con la mascarilla al cuello: siempre hay uno o más que no la llevan sobre la boca, porque les cansó o les molestó o se la quitaron para hablar y, en cualquier caso, no les parece imprescindible.
           Mucha gente en México no cree que sea necesario protegerse, no entiende que el virus puede ser mortal y no respeta al vecino. En cambio cree que la propagación del virus es una decisión política, ha identificado de antemano un culpable y piensa que hay que defenderse no del virus sino de un compló.
           Un diplomático me decía esta mañana, con indignación sólo inferior a la que le causa un vino mal escanciado o una mancha en su corbata, que las medidas tomadas por el gobierno japonés ante este brote de influenza —esencialmente, extremar la vigilancia sobre los viajeros del país en que surja el virus y sus productos— eran racistas y exageradas. Lo del racismo no sé a qué venga, porque él es rojizo, sobre todo envinado, pero lo de la exageración lo entiendo: es como usar tapabocas para no contaminar al vecino.
            Pero habría que haberlo dicho antes, porque las medidas que el gobierno japonés ha tomado ante la situación actual no son improvisadas: están previstas en un documento público del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar preparado en 2005.

domingo, 26 de abril de 2009

Otra vez la hojarasca de aquel día

Había olvidado que Edilberto Aldán me pidió, hace meses, permiso para que la revista Tierra Baldía, de la Universidad de Aguascalientes, reprodujera algunas de mis fotografía. Así que la publicación me ha tomado por sorpresa. También la selección que hizo Edilberto, fijándose en algunas imágenes que no suelen atraer mucho la atención y que están entre las que prefiero. Sí es muy conocida, para los lectores de este blog, la que han aparece en la portada y que tomé en 2003 Tokio, en el pequeño parque que hay frente al Hotel New Otani, por idea de la Monse, que aparece ahí entre las hojas de ginkgo. Pulsando la imagen de esa portada aquí abajo puede descargarse en un archivo PDF la revista que también puede hojearse siguiendo este enlace.

sábado, 25 de abril de 2009

El paisaje es ahora muy distinto

He traducido antes, aquí y en otros sitios, varios poemas del monje Gensei (1623-1688), de la escuela Nichiren. El que publico ahora no interesará a muchos pero me conmueve por razones personales: describe un paisaje cuyas coordenadas puedo ver desde las ventanas del edificio en que trabajo. No he averiguado dónde está la Cueva del León, pero el Monte Ikoma, a cuyos pies practicaba la caza la aristocracia Heian en campos reservados (Kin’ya), es uno de los límites del paisaje desde mi cubículo. El río Yodo, ya se sabe, está a unos pasos, lo mismo que el Amano. Nagisa es lo que hoy se llama Gotenyama: fue lugar imperial de hanami para el príncipe Koretaka, según sabemos por el Ise monogatari. (No hay que confundir, por cierto, el Templo de Ise del título, que se encuentra en Takatsuki, al otro lado del río Yodo, con el Gran Santuario de Ise.)


LO QUE VI AL VISITAR EL TEMPLO DE ISE

Tiende otra vez sus rayos el sol de la mañana,
ya amarillas las cumbres de la verde montaña.
Ha pasado el chubasco y el Monte Ikoma surge,
oculta aún la Cueva del León entre las nubes.
Allende el río Yodo, más lejos el Amano,
uno a otro hacia Kin’ya se suceden los campos.
Dicen que hubo antaño en Nagisa un Albergue:
¿por quién florecen hoy sus cerezos de nieve?

martes, 21 de abril de 2009

Un veintiuno de abril, después del té

The truth is to the right
Daitokuji © Aurelio Asiain.

Ya he citado y volveré sin duda a citar otro día estas frases de Borges, en una nota de 1938 que celebra la traducción del Shi King o Libro de los Cantares publicada por Arthur Waley:
Hacia 1916 resolví entregarme al estudio de las literaturas orientales. Al recorrer con entusiasmo y credulidad la versión inglesa de cierto filósofo chino, di con este memorable pasaje: “A un condenado a muerte no le importa bordear un precipicio, porque ha renunciado a la vida”. En ese punto el traductor colocó un asterisco y me advirtió que su interpretación era preferible a la de otro sinólogo rival que traducía de esta manera: “Los sirvientes destruyen las obras de arte, para no tener que juzgar sus bellezas y sus defectos”. Entonces, como Paolo y Francesca, dejé de leer. Un misterioso escepticismo se había deslizado en mi alma.
           Cada vez que el destino me sitúa frente a la “versión literal” de alguna obra maestra de la literatura china o arábiga, recuerdo ese penoso incidente…
Las líneas vienen a cuento esta vez porque hace un momento, al caer en la cuenta de que hoy era 21 de abril, busqué el poema de muerte del Gran Maestro del Té Sen no Rikyû, que en esta misma fecha pero en 1591 cometió seppuku en el Daitoku-ji por orden del shogun Toyotomi Hideyoshi, de cuya gracia había caído no sabemos bien a bien por qué, y di con estas dos versiones inglesas del mismo, debidas a dos autoridades japonesas,

Daisetsu Suzuki, el gran divulgador del zen,
Seventy years of life—
Ha ha! and what a fuss!
With this sacred sword of mine,
Both buddhas and patriarchs I kill!
I raise the sword,
This sword of mine,
Long in my possession
The time is come at last.
Skyward I throw it up!
y Kakuzô Okakura, el autor de The Book of Tea,
Welcome to thee,
O sword of eternity!
Through Buddha
And through Daruma alike
Thou hast cleft thy way.
Pero no hay mayor enigma. Ese día, después de oficiar en su última ceremonia del té, Sen no Rikkyu escribió en realidad dos poemas: uno en chino y otro en japonés, que Suzuki traduce sin solución de continuidad, como si fueran el mismo —lo que no carece de sentido— y Okakura libremente resume, interpreta y combina, de un modo harto frecuente, me temo, en los isleños que, para darse a entender, traducen no sólo las palabras sino su sentido.
人生七十 力囲希咄 吾這寶剣 祖佛共殺
堤る我得具足の一太刀 今此時ぞ天に抛

(じんせいしちじゅう りきいきとつ
わがこのほうけん そぶつともにころす

ひっさぐる わがえぐそくのひとたち
いまこのときぞ てんになげうつ)

Setenta años de vida:
¡vaya con el escándalo!
Con esta espada mía
mato budas y antepasados.

Alzo la espada,
esta espada que es mía
hace ya tanto:
¡ha llegado el momento
de lanzarla a lo alto!
El poema chino está tejido sobre este pasaje de Lin-chi, primer patriarca del Zen Rinzai (d. 866): "Mata todo lo que se atraviese en tu camino. Si te encuentras al Buda, mata al Buda. Si te encuentras a los Patriarcas, mata a los Patriarcas. Si te encuentras a los arhats en el camino, mátalos también."

By seppuku on April 21, 1591 

lunes, 20 de abril de 2009

Una nueva versión de Akutagawa



De este cuento fantástico de Ryûnosuke Akutagawa, que como muchos de los suyos se teje con hilos muy antiguos, en este caso chinos, hay una traducción espléndida: la que incluyeron Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares en su Antología de la literatura fantástica, y que seguramente realizaron ellos mismos, o la madre de uno o la mujer del otro, sobre una versión inglesa o francesa o alemana que no hemos podido identificar. La que sale ahora a la circulación con el sello de Nostra Ediciones en México, hermosamente ilustrada y diseñada, y debida a Koji Ando y al redactor de estas notas, no es por supuesto mejor: es en cambio directa y completa, pues los traductores anteriores suprimieron, en la primera o segunda versión, dos o tres frases que ahora, no siempre con plena convicción, hemos restituido. Pero no alterarán, sin duda, el asombro del muchacho que venturosamente descubra a través de esta fábula a Akutagawa o la literatura japonesa o, sencillamente, la literatura.

domingo, 19 de abril de 2009

De las memorias de Carrera Andrade

Me he referido aquí más de una vez al notable poeta ecuatoriano Jorge Carrera Andrade (1903–1978; en la foto, hacia 1930) y a los vínculos de su obra con la poesía japonesa. También he citado antes algún párrafo de este capítulo de sus memorias (El volcán y el colibrí, Editorial José M. Cajica, México, 1970) que se ocupa del periodo (1937–1940) en que el poeta, también diplomático de carrera, se desempeñó como Cónsul General en Yokohama. Lo traigo ahora desde esta página de la Asociación de Funcionarios y Empleados del Servicio Exterior Ecuatoriano en que lo encontré, añadiendo en el traslado unas cuantas notas al pie y cambiando el formato. Aunque se advierte de inmediato que el autor no tenía sino un conocimiento superficial del país y su cultura, la narración es vivaz, cuenta más de un episodio rocambolesco y el período en que transcurre no puede ser más interesante: son los años en que Japón, gobernado por los militares y habiéndose apoderado de Manchuria, se encuentra en guerra con China y está en vísperas de lanzar un ataque a Pearl Harbor que, a la luz de estas páginas, no parece tan imprevisto.


Jorge Carrera Andrade ingresó al Servicio Exterior Ecuatoriano en 1934, año en que fue designado Cónsul en Paita; fue también Cónsul en el Havre en 1935, Cónsul General en Yokohama en 1937, Cónsul General en San Francisco, California, en 1940, Embajador en Venezuela entre 1961 y 1963, y Embajador en Francia y Delegado Permanente ante la UNESCO entre 1964 y 1966. Ocupó el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno interino de Otto Arosemena Gómez entre noviembre de 1966 y junio de 1967.

miércoles, 15 de abril de 2009

Dos poemas de Rexroth esta vez




YUGAO

Es más clara esta noche. Hace más frío.
La nueva media luna va entre nubes,
y el olor entrañable de la tierra
seca bajo la escarcha colma el aire.
Es más quieta tan noche la quietud,
nada se mueve al fin y nada suena
y aun los trenes de carga en la distancia
dejaron de pasar. Salí
a la noche ominosa,
al jardín tumultuoso
de invisible, impalpable
agitación. Bajo los árboles
no respiraba el aire. En las alturas
se hundía el viento con la luna
a través de las nubes pasajeras.
Me parecía estar de pie en el centro
de una tragedia incomprensible,
tal si la frágil concha de la noche
a un mundo doble de éste se rasgara,
tal si algo atado a la tierra
con su propia violencia glamorosa
a mi lado en la sombra combatiera.
En noches como esta los guerreros
jóvenes de otros tiempos cobran forma
en las piezas del Noh, y acaso alguna
angustiada muchacha imaginaria,
la Duquesa de Amalfi, Electra,
como un cisne en el hielo se debate,
sale de la imaginación
hacia un cuerpo, a mi lado,
más allá del reojo;
o acaso algunos viejos celos,
algún odio olvidado
busque aún carne para echarse a andar.
Si es así, no puedo verla. Puedo
llamar, es claro al ojo del espíritu,
a tu brillante cabeza dormida, anidada
en su almohada, y tu cara, segura
y tranquila lo mismo
que tu aliento. Paseas por tus sueños,
tu amor por mí te cuida.



ESPEJO VACÍO

Mientras estemos perdidos
en un mundo de intenciones
no somos libres. Me siento
en mi choza de diez pies.
Trinos. Zumbidos. Las hojas
se balancean. El agua
murmura sobre las rocas.
Me ha atrapado la cañada.
Si me moviera, la rana
se echaría al viejo estanque.
El verano fue de hojas
de laurel, oro en el aire.
Hoy una hoja de arce
me tuvo atento, flotaba
en el estanque. De noche
me quedo viendo las llamas.
Vi antes ciudades de fuego,
pueblos, palacios, batallas,
aventuras heroicas:
muchacho ante la fogata.
Ya no veo sino el fuego.
Respiro, tranquilamente.
Giran arriba los astros.
En la clara oscuridad
queda un leve fulgor rojo
de brasas. En la mesa
hay una piel de serpiente
y una piedra sin cortar.

* * *

Estos dos poemas de Kenneth Rexroth evocan obras célebres de la literatura japonesa. El primero se refiere a Yugao, una amante del príncipe Genji que aparece en el capítulo cuarto de la novela y que muere pronto, víctima del espíritu vengativo de la vieja Rokujô. El segundo se refiere al Hôjôki, al que ya me he referido aquí, y al más célebre de los poemas de Matsuo Bashô, que no necesito citar.

martes, 14 de abril de 2009

En torno a la importancia del vacío



Probablemente en ninguna cultura en el mundo el diseño tenga tanta importancia como en la japonesa, desde la época Heian hasta nuestros días. Es notorio no solo en sus productos de consumo y sus construcciones: también en su concepción de la naturaleza, lo mismo que en la formalidad ritual del trato cotidiano entre la gente. No es exagerado ver a algunas de sus creaciones más representativas —el jardín de arena y la ceremonia del té, por ejemplo— como momentos culminantes en la historia del diseño. La influencia que han tenido en la modernidad occidental conceptos como wabi y sabi, que provienen de la cultura cortesana del siglo XII y del ideal de una via poetica análoga a la religiosa, pertenece también a esa historia.
           Kenya Hara (1958), profesor en la Universidad de las Artes de Musashino y director de MUJI, es hoy uno de los diseñadores más influyentes de su país, como creador y como teórico. Es un profesor universitario, un artista y un intelectual. En esta conferencia, que deja en claro la lucidez con que ha reconsiderado su herencia para recrearla, se refiere a ideas expresadas en su Designing Design (''quite possibly the most beautiful book on design ever published", se ha dicho), y en particular a la importancia de la noción de “vacío” en la tradición japonesa —artística y filosófica, literaria y religiosa— y en el diseño moderno.

lunes, 13 de abril de 2009

Dos maneras del viento en los bambúes



Víctor Gayol da noticia de este video, entretenido con los juegos del viento en un carrillón de bambú colgado en el árbol de limas de su huerto y en la forma en que se entretejen con la música de shakuhachi interpretada por Goro Yamaguchi, en el Cuaderno de notas del que lo tomo.

domingo, 12 de abril de 2009

Una campaña en contra de las moscas


Foto: © Masashi Yano: Mosca que guarda el Tofukuji

Mi amigo Masashi Yano, que tiene aficiones curiosas, me envía una nota publicada en el periodico Asahi el 3 de abril de este año que reproduzco aquí, con la traducción resumida hecha por él mismo: 
東京中のハエ全滅を(1925年8月)

真夏の一日、東京市民がハエを追いかけ回した。1925(大正14)年8月15日、市が音頭をとった「ハエ捕りデー」。紙面には「東京中のハエ全滅の意気で後ろ鉢巻の全市民飛行機も飛び出す騒ぎで」という見出しがついた。
43万の世帯に駆除薬を無料で配り、約2メートル四方のハエを一瞬で焼き殺すという「新兵器の火炎噴霧器」なども用意した。「各町では大太鼓をたたいて『ハエ退治』と触れ回った」。本所区(現墨田区)では商品目当ての子供が前夜からハエを捕まえて早朝から区役所へ押しかけた。
この1日で何匹のハエが捕れたのかはわからないが、直前に西神田署管内であった「ハエ捕り週間」では56万匹を退治したというから、全市では相当な数になるだろう。
(朝日新聞4月3日金曜日朝刊)

EXTERMINAR TODAS LAS MOSCAS DE TOKIO

En el abril de1925, el gobierno de Tokio organizó el "Día de la caza de moscas”.
           El gobierno metropolitano repartió gratuitamente insecticida a la población. Además, pequeños lanzallamas, capaces de matar moscas en dos metros a la redonda.
           Se desconoce la cantidad total de moscas cazadas. Pero hay datos de que en “la semana de la caza de las moscas” en Kanda, se cazaron más de 560.000. Es de suponer que el número fue considerable.
(Asahi Shinbun, 3 de abril de 2009)
Para quien no haya vivido en Japón, la historia quizá parezca inverosímil, pero es más bien típica y muestra rasgos característicos: el temor a la contaminación, el afán por cuidar las apariencias, la meticulosidad obsesiva, la necesidad de ritualizar, la preferencia por las soluciones tecnológicas, para mencionar los más evidentes. Hay temas para un antropólogo y enigmas para un reportero: ¿cómo llevaron la cuenta de las víctimas?; ¿qué ocurrió más allá de Kanda?; ¿cuál fue el destino de los cadáveres?; ¿había premios para los exterminadores? ¿queda alguno de esos lanzallamas?
           Y sobre todo, ¿nadie se opuso a la campaña? Después de todo, si no fuera por las moscas, Issa no habría escrito el famoso poema que citábamos el otro día. Eso parece decir este haiku de Hisao:
蝿のいる國だからこそ一茶の句 — 久夫
hae no iru kuni dakara koso issa no ku

País de moscas
—y de versos de Issa,
en consecuencia.
Eso parece… pero es posible que aquí la palabra kuni no se refiera a Japón sino a Shinano, tierra de Issa y frecuente objeto de escarnio, como el Lepe de España. El poema, entonces, no sería vindicativo, sino todo lo contrario.

sábado, 11 de abril de 2009

Desde el punto de vista del pescado

No sé a ustedes, a mí me resultó fascinante. Lo encontré en las páginas de Japan Navigator, el blog de Ad Blankestijn, que visito con frecuencia y recomiendo siempre al que se interese en cosas japonesas, nativo o extranjero, visitante de paso o residente. Es un video filmado con una cámara colocada en la banda de un kaiten sushi (por cierto, uno de los mejores de Tokio, para mi gusto: el Magurobito de Asakusa .)

viernes, 10 de abril de 2009

Pues los pétalos caen como la noche

Arakida Moritake (荒木田守武 ?) (1473-1549) llegó a ser sacerdote principal del Gran Santuario de Ise pero es recordado sobre todo como poeta que anuncia la aparición de Bashô. Suyo es uno de los poemas más conocidos, comentados, traducidos y plagiados (por ejemplo por Tablada) de la entera tradición del haiku:

落花枝にかへると見れば胡蝶哉
rakka eda ni kaeru to mireba kochô kana

La flor caída
que regresa a la rama:
¿es mariposa?
Es más que una imagen ingeniosa: Moritake pone delicadamente en duda el dicho "La flor caída no vuelve a su rama, el espejo quebrado no brilla" 落花枝に帰らず破鏡再び照らさず. Según Rodríguez Izquierdo, se trata de “un versículo de las escrituras” (budistas, se entiende: en el shinto no hay escrituras). El autor de El haiku japonés no da la referencia, pero no sería el único poema en que el alto prelado shintoísta alude a ese pasaje del budismo:

落下を南無阿弥陀仏とゆうべ哉
rakka wo namuamidabutsu to yûbe kana
Tal si dijera
namuamidabutsu,
la flor caída.
Pero ゆうべ , que puede ser, como en esa traducción, el verbo “decir”, también puede ser el sustantivo “anochecer”:
La flor caída,
namuamidabutsu,
como la noche.
Hay que entender ambas cosas a la vez. Y tal vez decir mejor
Las flores caen,
namuamidabutsu,
como la noche.


* * *

Namu amida butsu: invocación a Buda.

jueves, 9 de abril de 2009

Flores de nieve junto al río Kamo

雪柳, ユキヤナギ, yukiyanagi: spiraea thunbergii, a orillas del Kamogawa. Demachiyanagi, Kioto. Aquí.

martes, 7 de abril de 2009

Los primeros cerezos, las magnolias


magnolias en blanco, originally uploaded by lamonse's views.

Para Andrea Seidel

Las magnolias están entre las flores más antiguas del planeta. En Japón se cultiva sobre todo la que aparece en la foto: una variedad importada de China en el siglo VII, 木蓮, 木蘭 mokuren (Magnolia liliflora), de hojas grandes con tintes rosáceos de variable intensidad. La nativa 辛夷 kobushi (kobus magnolia; Magnolia praecocissima) es más pequeña y aún se encuentra silvestre, como indican las denominaciones 山辛夷 yama kobushi, camelia de montaña, y やまあららぎ yama araragi; una variedad más delicada es しでこぶし shide kobushi, Magnolia stellata.

Todas estas florecen antes que la mayoría de los cerezos, y son igualmente efímeras. De ahí el curioso nombre antiguo 田打桜 tauchi sakura, “cerezo del inicio de las plantaciones”, que pudiera indicar cómo el rito colectivo japonés que colma los prados y vacía las botellas se liga en el origen a los ciclos agrícolas, cuando la orientación de las flores ayudaba a determinar el calendario de la siembra y podía augurar una buena cosecha, antes de que las cortes de Nara y Heian transformaran tantos rituales religiosos en experiencias estéticas seculares, y la época de Edo en celebraciones gregarias. Así podría explicarse también que las magnolias sean símbolo de confianza y se recomienden para combatir la incertidumbre.

Pero hay también una flor de magnolia al principio del verano: 朴の花, ほおのはな hoo no hana, fragante y que se emplea para preparar té y hoobomiso 朴葉味噌 ほおばみそ: pasta de miso con magnolias asadas y cebollín.

lunes, 6 de abril de 2009

Aquí es donde comienza el río Yodo



MAPA.

Quisiera saber cuántas primaveras

AGRADECIÉNDOLE A UN TAOÍSTA EL VINO DE LA LONGEVIDAD

¿Y cuántas primaveras me brindará esta copa?
¿Tendré un día la escarcha de tu barba y tus sienes?
Negociar la inmortalidad con magos es inútil;
Ma Ku le da las gracias solo al Pueblo de los Borrachos.



A las obras del pintor del siglo IX Kose no Kanaoka sobreviven su fama y el reflejo de algunas imágenes en cinco poemas chinos que Sugawara no Michizane (cuyas pinturas y esculturas también se perdieron para siempre) escribió para acompañarlas. La que inspiró el que traduzco con cierta libertad del libro de Robert Borgen, Sugawara no Michizane and the Early Heian Court, se refiere a Ma Ku: una inmortal —es decir: sabia venerable— de finales de la dinastía Han.

He traducido antes otros poemas chinos y japoneses de Sugawara Michizane en esta, esta, esta y esta página del blog; una secuencia de fotos del Kitano Tenmangū, el santuario que le está consagrado en Kioto, puede verse aquí.

miércoles, 1 de abril de 2009

Un enjambre de moscas japonesas

I AGOSTO

Era agosto y estaba de pie ante la ventana del estudio, mirando sin ver hacia el jardín, cuando la vi en el cristal: —Una mosca —dije. No recordaba haber visto una hacía meses, desde que llegamos a la ciudad, y pasaron varios más antes de que viera otra. Tantos, que di en preguntar a dónde se habían ido, hasta que alguien me informó: las habían exterminado, esterilizándolas para evitar que se reprodujeran. La historia me pareció fabulosa, aunque no increíble, y me tomó mucho tiempo averiguar que era una verdad a medias. La Técnica de Esterilización de Insectos se aplicó en los años setenta para eliminar la mosca del melón en Okinawa y otros bichos, pero la escasez de la especie doméstica en el centro de Tokio se explica por razones más sencillas: la limpieza de la ciudad y la disciplina de sus habitantes. Salvo en ciertas zonas y a ciertas horas, apenas se ve basura en las calles. No es que no la haya: en una cultura en la que son tan importantes las envolturas —en todos los sentidos—, la producción de basura es abundante. Pero es sobre todo basura limpia: envolturas de envolturas que se eliminan, también, meticulosamente empaquetada, y solo sale al aire cuando los cuervos, en busca de comida, rompen las bolsas que la contiene. Por eso en Tokio la basura se asocia más bien a los cuervos.


2 CUERVOS

Las moscas, como los cuervos, despiertan pocas simpatías. Son diurnas, pero se asocian a la noche y la negrura; surgen en la lujuria del verano, pero las llama el aroma de la descomposición. Van y vuelven por el camino al más allá revoloteando alrededor del psicopompo. Son animales ominosos y también, en muchas culturas, emisarios equívocos. A la charlatanería irresponsable de los graznidos corresponde la ruidosa obstinación del zumbido. Nos distraen, nos irritan, las alejamos con un manotazo y cerramos la ventana para descubrir que han quedado adentro.


3 MAYO

Son inevitables. Aparecen ya en el Kojiki, el más antiguo de los libros japoneses, en un momento siniestro de la creación del mundo en que la luz se retiró, las tinieblas se extendieron sobre el llano celeste, “las voces de las deidades malignas fueron como enjambres de moscas de mayo, y surgieron mil y un portentosas calamidades”. Esos enjambres ominosos están también en los Salmos, pero mientras las moscas bíblicas evocan el desierto y el hambre, las de estas islas sugieren la abundancia y la plenitud del verano, que en el calendario antiguo empezaba en mayo. Esa precisa referencia temporal es característica de la cultura japonesa, lo mismo que la sensibilidad de un oído para el que un escándalo de moscas podía dar idea de la voz de los demonios. Al mismo tiempo, son más leves: apenas una imagen, en la que no devoran sino zumban.
          Apenas me sorprende, dada la importancia que tiene el silencio en la cultura tradicional japonesa, y la atención que presta su oído a la voz de los insectos, que todavía en el japonés contemporaneo la palabra urusai, “ruidoso, molesto, fastidioso”, se escriba con tres caracteres 五月蝿 cuya lectura literal es mosca de mayo o, más precisamente, mosca del quinto mes.


4 PATAS

Quizá no haya literatura en el mundo tan poblada de insectos como la japonesa. En un capítulo memorable del Genji monogatari, misteriosamente eliminado por Arthur Waley de su traducción, el príncipe Genji prepara subrepticiamente un concierto íntimo de koto en casa de su amada, a la que está a punto de perder, y dispone que se pueble el jardín de grillos, para que den la melancólica música de fondo. No muy lejos de ahí y en esos días, Sei Shônagon hace un aparte en el pasaje que dedica los insectos en su Libro de la Almohada y anota: “Nada más desagradable que una mosca: pertenece más bien a la lista de cosas detestables. No son lo bastante grandes para merecer el odio, pero de tal modo se posan en todo en el otoño, y es tal la sensación de sus patas viscosas al posarse en el rostro... ¡Y aun hay gente que se llama con su nombre!”
















5 ISSA

Se posa en todo. Es una intrusa, una impertinente. Está de más y nadie la echa de menos. Pero alguno se ha detenido antes de arrojarla. Entre los cientos de poemas sobre la mosca y sus irritados cazadores que han escrito los japoneses, el más famoso —hay un libro entero sobre su larga genealogía y su vasta progenie— es sin duda el de Issa Kobayashi (1763–1827), que ha traducido con gracia a nuestra lengua el poeta cubano Orlando González Esteva:

やれうつな蠅が手をすり足をする
yare utsuna hae ga te wo suri hashi wo suru

¡No, no esa mosca!
Se retuerce las manos,
los pies, implora.

La rima no está en el original, pero sí la aliteración suri / suru que la justifica. Se trata del verbo “frotar”, que aparece también en otro poema de Issa, menos conocido y que en español puede desdoblarse —acaso ilegítimamente, pero sin traicionar el sentido literal— en una visión bienhumorada de la comedia social.

椽の蠅手を摺るところ打たれけり
en noe ha te wo suru tokoro utarekeri

En la veranda
se frotaba las manos
la mosca muerta.

No se crea, sin embargo, que Issa era siempre era un franciscano. A veces, como cualquiera, se exasperaba y manoteaba —y, como cualquiera, salía derrotado:

群蠅の逃げた跡打皺手哉
mure-bae no nigeta ato utsu shiwade kana

Huye el enjambre
de moscas y me deja
la mano herida.

Le molestaba, como a todos, el insistente zumbido, que parece interpelarnos con la misma incomprensible ligereza con que los hombres reclaman atención a los dioses:

蠅寺や神の下らせ給ふとて
haedera ya kami no kudarase tomau tote

Moscas del templo:
le piden a los dioses
esto y aquello.

El original dice haedera, que hace pensar en Hasedera, el hermoso templo a medio camino entre Kioto y el Gran Santuario de Ise que aparece en tantas obras, pero es un nombre inventado: Templo de las Moscas. Un templo budista en el que rezan a las deidades del shinto: señal de la confusión de los tiempos y de la ligereza de los hombres. El poema es una pequeña fábula y el poeta, aquí, un moralista. Un moralista al que el mismo poeta, en otro poema, mira con ironía —y por eso no me ha parecido mal convertir la invocación japonesa a Buda: Namu Amida Butsu en un padrenuestro.

蠅一つ打ってばなむあみだ仏哉
hae hitotsu utteba namuamidabutsu kana

A cada mosca
a la que haya golpeado,
un padrenuestro.

6 SHIKI

¿No tendrán esas oraciones por las moscas caídas algo de fanfarronada? ¿A cuantas moscas puede realmente haber matado Issa? ¿Y se puede realmente matar una mosca? ¿No son todas las moscas una y la misma, que renace y se multplica? Algo así parece sugerir el desaliento del fundador del haiku moderno, Masaoka Shiki (1867–1902), en este poema:

秋の蠅 蝿たたきみな 破れたり
aki no hae hae tataki mina

Moscas de otoño.
Todos los matamoscas
hechos pedazos.



7 DEL SENTIDO

Con cuánta animación
giran se afanan vuelan

mínimas leves
entre los restos

infatigables
igual que un corazón
que late ciegamente


Estas notas aparecen en el número más reciente de la revista Artes de México, que sale en estos días a la venta.