1. Nueve meses yacieron sin moverse, como brahmines fieles a sus votos,
las ranas cuya voz ahora se eleva, en la inspiración de la lluvia.
2. Cayó el caudal del cielo en las yacientes, piel reseca en el lecho del estanque,
y las ranas lanzaron su croar al unísono, como vacas con sus becerros.
3. La estación de las lluvias ha llegado, llueve en las que esperaban, sedientas y anhelantes,
cuál croa y cuál se acerca a la llamada, cuál a cuál ya se pega como cría a la madre.
4. Una recibe a otra en regocijo, se deleitan las dos en el curso del agua,
y la rana empapada salta, y la moteada une su voz a la verdosa.
5. Repite cada cual la voz de otra, tal siguiendo al maestro en la lección,
y cada cual es una con su voz, y son todas las voces una misma, como en el canto que repite la lección de la lluvia.
6. Muge una como vaca, como becerro bala otra; esta es moteada, ocre aquella.
Llevan un mismo nombre y sin embargo varía su figura, y modulan su voz diversamente cuando croan.
7. Como en la ceremonia nocturna los brahmines cantan alrededor del ánfora de soma rebosante, igual que en torno a un lago,
así ustedes en torno del estanque se juntan para honrar este día entre todos los días, el primer día, ranas, de la estación de lluvias.
8. En el rito del soma los brahmines hablaron, dijeron sus plegarias,
y los grandes maestros, calientes y sudando, aparecieron y se mostraron, ninguno quedó oculto.
9. Los hombres han seguido el orden divino de los doce meses, y obedecen a la estación.
Y cuando al fin del ciclo vuelve la estación de las lluvias, todo aquello que ardía se alivia y se relaja.
10. Ya los dones de aquella que muge como vaca, ya los dones de aquella que bala cual cordero, los dones de la ocre y la moteada se nos han concedido.
Las ranas nos han dado centenares de vacas y en el rito del soma prolongan nuestras vidas.
* Durante años, los occidentales que se ocuparon de este himno védico lo juzgaron una sátira, una pieza de humorismo involuntario y una grotesca salida de tono, indigna de un poema religioso. Pero mientras la repugnancia judeocristiana a los batracios se remonta hasta el libro del Éxodo, y la antigüedad clásica los muestra una y otra vez como bichos ridículos, que cantan a la orilla del infierno, los pueblos al sur de los Himalayas los adoraban como manifestaciones de la divinidad y las islas del Extremo Oriente tienen en alto aprecio su canto.
Las tres versiones directas al inglés —las de Ralph T.H. Griffith, Gautama V. Vajracharya y Wendy Doniger O'Flaherty— difieren tanto en cierto punto que ésta, que las combina y confunde, podría alejarse menos ahí que alguna de ellas del incierto original. A cambio se toma, es cierto, alguna libertad considerable. La más importante es la del género, que en sánscrito es neutro y en inglés oscilante, y aquí ha quedado en femenino hasta volver madre al padre. No hace falta explicar por qué.
1 comentario:
Me parece que esto es algo de lo mas gracioso que he leido, un himno para las ranas es lago que nadie se podia imaginar pero esta muy creativo!22dd
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