miércoles, 30 de enero de 2008

La señora y el niño y los sombreros


Mother and Son, and the Sun, originally uploaded by ionushi.

Era el 15 de mayo, día del Aoi Matsuri, y era además domingo, con sol y pocas nubes, cerca del mediodía. Esperábamos, en los jardines del Palacio Imperial de Kioto, que se iniciara el desfile. Faltaba más de media hora todavía y me separé de la multitud que formaba filas a lo largo del camino, junto a la puerta sur. Entonces los vi. Me llamaron la atención los sombreros, sobre todo el del niño, que parece de otros tiempos, como su traje. Me atrajo también que se apartaran de la muchedumbre, como ya parecían apartarse de la época. No recuerdo haber reparado, cuando tomé la foto, en la composición de la imagen, ordenada por la línea diagonal de la base de los sombreros, con los dos rostros debajo y las dos copas encima, pero esa es la clase de cosas que uno ve sin darse cuenta. Tampoco reparé, hasta que vi la foto en la pantalla, en cómo la mujer aparece por detrás y por debajo del niño, evidentemente elevándolo pero también delicadamente apoyándose en su espalda, con un peso que él no advierte mientras mira a lo lejos, en la misma dirección que ella, expectante. Y sobre todo no vi, porque sólo se advierte bien en la imagen ampliada, la arruga que se forma ya claramente en la comisura de los labios de ella, ni las canas que asoman bajo el ala del sombrero, y que explican tal vez tanto de lo que la foto transmite.

martes, 29 de enero de 2008

Y cabellos revueltos, por supuesto

Poco más de una página ocupa la entrada sobre literatura japonesa del Diccionario Internacional de Literatura y Gramática de Guido Gómez de Silva que publicó el Fondo de Cultura Económica en 1999; es suficiente para que se mencione al “poeta y novelista Ki no Tsurayuki (Tosa nikki ‘Diario de Tosa’), “el novelista Sei Shônagon (Makura no sôshi, ‘El libro de la almohada’) y “el poeta Yosa no Akiko (Midaregami ‘Pelo enredado’)”. Pero aunque una extendida convención, ya que no el rigor tipológico, nos autorizara con largueza a llamar “diario” a un nikki japonés como el de Ki no Tsurayuki y “libro” a las notas de Sei Shônagon, calificarlos de novelas es tan inapropiado como cambiarles el sexo a las señoras Akiko Yosano y Sei Shônagon. El segundo error podría explicarse porque la primera edición del libro es inglesa: Elsevier’s International Dictionary of Literature and Grammar, Elsevier Science Publishers, Amsterdam, 1991. Una nota en la página legal del libro nos lo impide: “Tanto la versión inglesa como la española son originales del autor”, miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua.

lunes, 28 de enero de 2008

Como baja la nieve por el aire

Flor, soplo, nieve: leídas despacio, con largas pausas entre una y otra y la disposición de ánimo conveniente, las palabras en que se traducen cada uno de los caracteres con que se escribe la voz japonesa hanafubuki (花吹雪) son ya un anuncio de poema, o un poema sin más:

           Flor,
                      soplo,
                                  nieve.

Ve uno los cerezos, el viento súbito de abril, los pétalos por el aire. Ve, además, la nieve que los pétalos figuran, ausente en la "lluvia de pétalos" que dan los diccionarios como expresión española equivalente a hanafubuki. Así se dice en esta lengua, qué le vamos a hacer, pero la nieve no cae como la lluvia, que se precipita: la nieve desciende por el aire como por una escala.
           Hanafubuki es el nombre de varias canciones, tradicionales y modernas; Hanafubuki es también el nom de web de Yoko Shibata, artista múltiple a la que ya he mencionado aquí a propósito de su versión de "El dinosaurio" de Augusto Monterroso, y de la que ahora importo desde Youtube una lectura de los famosos versos de Juan Ramón Jiménez:

           No le toques ya más,
           que así es la rosa.

Hanafubuki los lee, claro, en japonés:

           もうそれ以上触るな
           それは薔薇だ。

(Lo cual no equivale al original español, que en el primer verso dice precisamente "le" y no "la", pues no se refiere a la rosa sino al poema. Pero claro, en español hay artículos y géneros...)

sábado, 26 de enero de 2008

Al quinto se le moja la cabeza


Rain falls over the fifth one, originally uploaded by ionushi.

La tomé a fines de marzo del año pasado en el Taizo-in, el más antiguo y célebre de los cuarenta y cuatro subtemplos que componen el inagotable Myoshinji. Supongo que me atrajeron la perfecta composición del conjunto, la sobria elegancia de los colores y la austera riqueza de las texturas. Que es no decir nada, claro, porque eso es lo que uno encuentra en cualquier templo zen de Kioto, donde ponga los ojos. También me llamó la atención que fueran sólo cuatro los sombreros y los pares de sandalias (草鞋, waraji, casi los “huaraches” del español de México). Como en muchos templos de la ciudad, en el Taizo-in el número de monjes es cada vez menor y probablemente los que estuvieran entonces ahí no fueran sino visitantes. De cualquier modo, cuatro sombreros son pocos sombreros y cuando coloqué la foto en Flickr se me ocurrió titularla Rain falls over the fifth one: me imaginé a un pelón corriendo en el chubasco. Luego, para la exhibición en México, traduje: “Al quinto se le moja la cabeza” (que no es literal pero es mejor y me conviene: los títulos de mis fotos tienen siempre en inglés seis palabras, en español once sílabas).
           No reparé en el doble sentido hasta que me lo hizo ver Fernando Blanco: —Claro, en inglés se pierde el juego —dijo. —¿Cuál juego? El título original es en inglés —aclaré. Yo no sabía que en España llaman quinto al muchacho que está por iniciar el servicio militar. (Es la tercera acepción de la palabra en el DRAE, que dice con ineptitud característica: “Mozo desde que sortea hasta que se incorpora al servicio militar”; si uno quiere saber qué significa “sortea” en esa frase, la entrada correspondiente del Diccionario es inútil). En México, “quinto” es el muchacho virgen, que no se ha desquintado. —Ése todavía es quinto —decíamos, en presencia de ese, para molestarlo.

jueves, 24 de enero de 2008

Dicen que huyeron sin llevarse nada


, originally uploaded by elcalamar.

Erigido en 656 y origen, en 869, del Festival de Gion, el santuario de Yasaka, al pie del Higashiyama, es sin duda el más popular de Kioto. El templo al que se refieren las líneas siguientes era el vecino Hôkan-ji, fundado en 589; no queda más que su pagoda, detrás de estas puertas. El Jôzô de la historia (891-964) era célebre por sus poderes mágicos.

Otra historia muy antigua. En la era Tenryoku, una banda de ladrones irrumpió en la habitación de Jôzô en el templo de Yasaka. Pero no hicieron otra cosa que postrarse en el suelo, con las antorchas encendidas, desenvainadas las espadas y atónitos los ojos, y así se quedaron durante horas, hasta que empezó a clarear, Jôzô dio noticia de lo acontecido al Buda principal del templo y le pidió que los soltara. Dicen que los ladrones huyeron con las manos vacías.

  • En A Collection of Tales from Uji. A Study and Translation of Uji Shûi Monogatari by D. E. Mills, Cambridge University Press, 1970, 459 pp.

martes, 22 de enero de 2008

Para dioses ausentes por el aire

たむけして かひこそなけれ 神無月 紅葉はのさと ちりまがへども
tamuke shite kai koso nakere kaminazuki momiji wa nusa to chirimagaedomo

Qué ofrenda inútil
en este mes sin dioses:
confusamente,
como cintas rituales,
vuelan hojas de otoño.

Hay varias explicaciones sobre el sentido del término kaminazuki o kannazuki; la más popular dice que en octubre las deidades del shinto desertan las islas para congregarse en el santuario de Izumo. Las nusa (幣), cintas ceremoniales de papel que señalan la presencia divina, son habitualmente blancas, pero según Robert H. Brower “were sometimes made of cloth or paper dyed in five colors — hence the fancied resemblance to autumn leaves(1). El poema de Teika, con el que se inicia la sección invernal de su Centena de la Era de Shôji (正治百集 : Shôji hyakushû: más datos en Luna en la hierba), parte evidentemente del famoso poema de Sugawara no Michizane que incluye el Hyakunin Isshu:

このたびは 幣もとりあへず 手向山 紅葉の錦 神のまにまに
kono tabi wa nusa mo toriahezu tamukeyama momiji no nishiki kami no mani mani

Vueltas y vueltas:
no llevé cinta al Monte
de las Ofrendas.
Brocado de arces rojos
por divina manera.

En ambos casos la naturaleza paga tributo a los dioses aun cuando los hombres se ven impedidos o se resisten a hacerlo. Lo curioso, lo significativo, lo propiamente japonés es que, en ambos casos, lo hace evocando las obras de los hombres: un brocado en Michizane, un objeto ceremonial en Teika.

1) “Fujiwara Teika’s Hundred-Poem Sequence of the Shôji Era”, Monumenta Nipponica XXXI, Tokyo, 1978.
* かい:甲斐; ちりまがう:散り紛う; Shouji: 正治 1199-1201

lunes, 21 de enero de 2008

Por qué sendas estrechas a la fuente

Revisando lo poco de literatura japonesa que hay en Project Gutenberg, di con el archivo sonoro, que no conocía, y ahí con una grabación de Oku no hosomichi, el clásico de Matsuo Bashô. Descargué los archivos, los copié a iTunes y al escucharlos me enteré de que provenían de LibriVox: una colección de audiolibros libres de derechos de autor, que tiene el mérito de estar hecha por voluntarios y el defecto de estar muy mal organizada. Me tardé en encontrar la página que buscaba, pero no en dar con la línea “read in Japanese by kaseumin”. Siguiendo ese enlace, en fin, di con la fuente última: Japanese Classical Literature at Bedtime. Es una audioteca virtual en la que desde julio de 2005, por gusto y por amor a la literatura de su patria y su lengua, Kasumi Kobayashi ha ido reuniendo grabaciones de autores japoneses clásicos y contemporános leídos por ella misma (en el original, pero a veces también en inglés o francés) con voz nítida y ritmo seguro, que es una delicia escuchar. Como además la lectora ha tenido el tino de incluir enlaces a los archivos de texto correspondientes, puede uno hacer el ejercicio de seguir con los ojos la prosa de Murasaki Shikibu, Sei Shônagon, Yoshida Kenko, Natsume Soseki o Akutagawa Ryunosuke, por ejemplo, o los versos de Matsuo Bashô, Yosa Buson, Hagiwara Sakutarô o Kitahara Hakushû, entre otros, al mismo tiempo que le entran por los oídos, en voz de Kasumi Kobayashi. 

domingo, 20 de enero de 2008

Muéstreme el pasaporte, chaparrito

En el número más reciente de Letras Libres, Rafael Lemus, comentando el Diccionario crítico de la literatura mexicana (1955–2005) de Christopher Domínguez Michael, dice: “Generosa pero injustificada es su decisión de incluir, en un diccionario de literatura mexicana, las figuras de Roberto Bolaño, Luis Cernuda, Gabriel García Márquez, Augusto Monterroso y Fernando Vallejo”.
           Lo injustificado es el reparo, si el Diccionario —que no hemos visto— es de literatura mexicana y no sólo de escritores mexicanos, y lo es particularmente en el caso de Monterroso. El escritor guatemalteco u hondureño, tanto da, vivió en México desde 1944, cuando tenía veintiún años, hasta 2003, año de su muerte. Escribió y publicó toda su obra en ese país, donde él mismo fue editor, y en esa calidad, pero también como conductor de talleres literarios y como el autor influyente que fue, ejerció un magisterio cuyas huellas pueden rastrearse en la obra de muchos. Su participación en la vida literaria mexicana fue al mismo tiempo discreta y decisiva, y dar cuenta de ello no es cuestión de generosidad, sino de mera responsabilidad.
           Generosidad, la de nuestra amiga Ayano Hattori, traductora de La oveja negra y otras fábulas, que hace poco inició un blog dedicado a comentar detalladamente cada una de las páginas del libro: モンテロッソを楽しむ (“Disfrutando a Monterroso”).

jueves, 17 de enero de 2008

Aquello que destruyen los sirvientes

Dice Borges en una nota de 1938 que celebra la traducción del Shi King o Libro de los Cantares publicada por Arthur Waley:

Hacia 1916 resolví entregarme al estudio de las literaturas orientales. Al recorrer con entusiasmo y credulidad la versión inglesa de cierto filósofo chino, di con este memorable pasaje: “A un condenado a muerte no le importa bordear un precipicio, porque ha renunciado a la vida”. En ese punto el traductor colocó un asterisco y me advirtió que su interpretación era preferible a la de otro sinólogo rival que traducía de esta manera: “Los sirvientes destruyen las obras de arte, para no tener que juzgar sus bellezas y sus defectos”. Entonces, como Paolo y Francesca, dejé de leer. Un misterioso escepticismo se había deslizado en mi alma.
    
      Cada vez que el destino me sitúa frente a la “versión literal” de alguna obra maestra de la literatura china o arábiga, recuerdo ese penoso incidente…


Valga como prólogo a la página de los Uji monogatari publicada ayer y que el improbable lector verá como continuación de esta, pues está página abajo. Nada se escribe de abajo para arriba.

miércoles, 16 de enero de 2008

De la infinita agudeza de Ono Takamura


Hubo hace mucho un hombre llamado Ono Takamura. Durante el reinado del Emperador Saga, alguien dejó en Palacio una nota con sólo tres caracteres chinos. Takamura, cuando el Emperador le pidió que los leyera, respondió: “Puedo leerlos, pero son tan insolentes que no sé si podría pronunciarlos.” El Emperador insistió, y no cesó en su insistencia hasta hacer decir a Takamura:
—Se leen saga nakute gokara(1), de modo que insultan a Su Majestad.
—Pero ¿quién sino tú pudo haber escrito eso?
—Precisamente por eso no quería leerlos, Su Majestad.
—Y bueno —dijo el Emperador— ¿puedes leer cualquier cosa que se escriba?
—Sí, Su Majestad.
El emperador escribió entonces doce veces seguidas el signo ne en escritura katakana y le ordenó leerlas.
Neko no ko no koneko, shishi no ko no koshishi(2) —leyó Takamura, y al emperador le causó tanta gracia que lo dejó ir sin castigarlo por su insolencia.

  • En A Collection of Tales from Uji. A Study and Translation of Uji Shûi Monogatari by D. E. Mills, Cambridge University Press, 1970, 459 pp.
1 Admite dos lecturas: “No (hay) mal, ni bien”, que cabe interpretar como “Donde no hay mal, no hay bien”; y (si en el primer caracter se lee el nombre del Emperador) “Bueno sería que no hubiera Saga”.
2 Como el mismo carácter ne en chino se lee shi y significa “niño”, y en japonés además ko y significa “pequeño”, Takamura lee: “El gatito del niño del gato, el pequeño cachorro del león.

jueves, 10 de enero de 2008

Altas olas, las nubes, una barca

天の海に雲の波立ち月の舟星の林に漕ぎ隠る見ゆ
ame no umi ni kumo no namitachi tsuki no fune hoshi no hayashi ni kogikakuru miyu

El mar del cielo:
altas olas, las nubes;
barca, la luna
por el bosque de estrellas
bogando hasta perderse.

柿本人麻呂歌集
Kakinomoto no Hitomaro Kashu

Miyuki Ito compuso recientemente dos piezas a partir de este poema, uno de los más conocidos del Man’yoshu: "Into de Forest of Stars I", música electrónica sobre una partitura para saxofón y barítono; "Into de Forest of Stars II", para soprano solo.

martes, 8 de enero de 2008

Equívocos rumores de la seda


Our memory is longer than mine, originally uploaded by ionushi.

Me dice Motoko que esta serie de fotografías le despertó recuerdos de infancia, cuando jugaba con esas cartas siguiendo la voz lectora  de su abuela, y que al ver esta se sintió transportada a la era Heian. Ese es el efecto que pretende la vistosa indumentaria, que copia o imita diseños de aquella corte imperial, con la que es común asociar los poemas del Hyakunin isshu. Pero es bien sabido que los naipes no se introdujeron en Japón sino en la época de Edo y por mano portuguesa, como testimonia la palabra karuta. Y aunque es cierto que juegos similares, en los que se empleaban no hojas de cartón sino conchas marinas, punteaban el ritmo ritual de ese mundo apartado, absorbiendo a los contemporáneos de Murasaki Shikibu y a sus personajes en pasatiempos que suponían la memorización de poemas, no debe olvidarse que la antología de Teika cubre un periodo más vasto y representa el juicio posterior de lo que, acudiendo a términos de otra tradición, podríamos llamar el neoclasicismo barroco de Kamakura. O sea que la ceremonia es una superchería o, si se prefiere, la escenificación no de una realidad histórica sino de un ideal: la de un mundo entregado, entre rumores de seda y risas discretas, a la práctica ritual de la poesía. Lo cual, por supuesto, no le quita encanto a la representación, que nos remite a lo que Lezama Lima llamó las eras imaginarias, y David Huerta los Egiptos. De eso se trata.

lunes, 7 de enero de 2008

Es una de las cartas que se juegan

秋風に たなびく雲の たえまより もれ出づる月の かげのさやけさ
左京大夫顕輔
akikaze ni tanabiku kumo no taema yori more izuru tsuki no kage no sayakesa

Nubes viajeras
por el viento de otoño
de pronto abiertas.
Claridad de la luna
a través de una grieta.

Fujiwara no Akisuke (Sakyo no Daibu Akisuke, 1090-1155)

domingo, 6 de enero de 2008

Fluye el río en la prosa y en los versos

La lista de Translations of Classical Japanese Works publicada por la Universidad de Meiji Gakuin registra diecisiete traducciones del Hôjôki (siete al inglés, tres al alemán, dos al francés, una al español, checo, esperanto y japonés moderno) y olvida por lo menos dos. A lo largo de los años he leído seis versiones inglesas y dos francesas de esa crónica de calamidades redactada por Kamo no Chômei en 1212, aparte de la recreación en verso de Basil Bunting (y su traducción por Aurelio Major). Con todas ellas y el casi mudo original delante, inicié a fines de 1997 una versión española que decidí felizmente abandonar cuando apareció la de Jesús Carlos Álvarez Crespo en la editorial Hiperión. Entre mis borradores había uno que intentaba los alejandrinos:

           Fluye incesante el río, nunca es la misma el agua,
           la espuma en el remanso se disuelve y se forma
           cada instante. Y así los hombres y sus casas.

Lo cual traduce con bastante fidelidad el primer apartado del libro pero, aunque sigue casi linealmente sus palabras, les da una forma del todo ajena al original. Al anotar esas líneas espontáneas, me vinieron a la mente las iniciales de East Coker: "In my beginning is my end. In succession/ Houses rise and fall..." Y se me hizo de inmediato evidente que el traductor idóneo del clásico japonés a nuestra lengua sería José Emilio Pacheco, autor de una versión maestra de los Four Quartets y cuya propia poesía es tan afín a la del Hôjôki, una meditación sobre el carácter efímero de los hombres y sus obras que influyó en Matsuo Bashô, al que ha traducido Pacheco.
           La prosa del eremita es una crónica en la que los acontecimientos fundamentales son el incendio de 1177, poco después de la muerte de su padre; el vendaval de 1180; el traslado de la capital a Fukuhara, el mismo año; la hambruna de los dos años siguientes; el gran terremoto de 1185. El título no alude a esos eventos; Hôjôki quiere decir "Relato desde una choza", y la meditación de Kamo no Choomei tiene el espacio de nueve metros cuadrados de esa choza como último centro. Casi al final del libro leemos:


           No apegarse a las cosas, fue la lección de Buda.
           Pero adoro esta choza. Es pecado. Deseo
           paz y serenidad: esa es mi atadura.

¿Qué nos lleva en esa prosa a los versos? Según Bunting, Chômei "se propuso un poema más o menos elegiaco pero no tuvo el tiempo ni quizá, a sus años, la energía para inventar lo que en Japón hubiera sido una forma completamente nueva, ni para condensar adecuadamente su material"... como haría por suerte Bunting pasado el tiempo, para mayor gloria de Occidente. Pedanterías aparte, es significativo que, como señala Donald Keene, el Hôjôki no mencione la lucha devastadora entre los clanes Taira y Minamoto, el gran hecho político de su época. Antes que las catástrofes históricas de que da cuenta el relato, importa la experiencia personal del autor: su experiencia del tiempo, que es hondamente rítmica. Los párrafos del Hôjôki giran como estrofas y la visión de la vanidad del mundo vuelve como un ritornelo entre las catástrofes.
           Algunos especialistas arguyen, para escándalo de los más tradicionales, que el apego de Chômei a las enseñanzas de Buda es poco o es irónico, y discuten si ello es signo de mayor o menor pesimismo. Con excepción de Bunting, que leyó el texto en italiano, todos coinciden en que se trata de una pieza maestra de la prosa japonesa. Me atrevo a suponer que el valor principal de esa prosa está justamente en unas propiedades rítmicas que la lengua original puede lograr en prosa pero que en los versos imaginados por Bunting hubiera resultado cacofónico. Nuestras lenguas reservan esas magias para el verso.
           El traductor de la versión más reciente del Hôjôki a nuestra lengua es un hispanista japonés, graduado de la Universidad de Estudios Extranjeros de Osaka, y diplomático de carrera: Masateru Ito, que fue embajador en Venezuela y a quien se debe la versión japonesa de las Cartas de Relación de Hernán Cortés. Su notable versión, “interpretando la intención esencialmente poética del autor”, fluye en verso libre:

           La corriente del río
           jamás se detiene,
           el agua fluye
           y nunca permanece
           la misma.

           Las burbujas que flotan
           en el remanso
           son ilusorias:
           se desvanecen, se rehacen
           y no duran largo rato.

           Así son los hombres
           y sus moradas
           en este mundo.

sábado, 5 de enero de 2008

Sabemos de memoria estos poemas


The eye will follow the voice, originally uploaded by ionushi.

Hace poco más de cinco años empecé a trabajar en una traducción de Hyakunin Isshu, la antología que preparó en del siglo XIII el poeta y crítico Fujiwara no Teika, sin duda el hombre de letras más influyente en la historia de la literatura japonesa (a él se deben en parte la posteridad, este año milenaria, del Genji monogatari y la definición de conceptos como wabi y sabi, hoy en boga occidental). Abandoné la empresa cuando supe que otra traducción española (no la primera) estaba comprometida en la misma editorial a la que pensaba proponer la mía. Pero así me sumergí en la poesía clásica de Japón. Nunca había visto, sin embargo, el juego que popularizó esa antología. Porque, aunque es probable que Teika la haya integrado para decorar las puertas corredizas de su villa en Ogura, los Cien poemas de cien poetas, que todos los japoneses conocen al menos en parte y muchos de memoria, deben su popularidad sobre todo a las uta karuta (cartas de poemas) con que se juega tradicionalmente en Año Nuevo. Dos jugadores, sentados uno frente al otro y divididos por un centenar de cartas dispuestas en el suelo, atienden al lector que va recitando los primeros tres versos de cada uno de los poemas cuya segunda mitad está escrita en las cartas, y se apresuran a capturar las correspondientes. Gana naturalmente quien completa el mayor número de poemas. Pero quién sea el ganador no parece tener mayor importancia para la ceremonia, según me pareció cuando por fin pude verla, el tres de enero pasado, en el santuario de Yasaka en Kioto, entre una multitud en la que muchos, cerrando los ojos al esplendor de los trajes de la época Heian que vestían los contendientes (mujeres en un grupo, niños y niñas en el otro), ponían a prueba su memoria y musitaban los versos que iba leyendo la maestra de ceremonias. Algunas de las fotografías que tomé ese día pueden verse aquí.

viernes, 4 de enero de 2008

Una luz como un aire nevado


white and snowy scents, originally uploaded by hanna.bi.

Elsie Stevens le contó a Harold Bloom que todos los días, al volver a casa tras la larga jornada en Hartford Accident and Indemnity, la compañía de seguros de la que era vicepresidente, su padre se dirigía al estudio y, antes del par de martinis y las páginas de poesía francesa, se aplicaba en la composición de “a Japanese flower arrangement” (Bloom dixit). Este poema se refiere a uno de esos arreglos. Pero al releerlo, hace poco, lo que me vino a la mente de inmediato no fueron imágenes de ikebana (no soy devoto del ikebana) sino de los hermosos arreglos que prepara y luego fotografía espléndidamente mi amiga Anna, que es italiana y nunca ha estado en Japón (aunque su nombre en Flickr juega con el japonés: hanna.bi, que cabría traducir como “flor.de fuego”). Fue, sin duda, sobre todo esa frase que se encabalga del segundo al tercer verso: “The light in the room more like a snowy air”, lo que provocó la desviación, pues describe perfectamente los tonos emocionales de sus fotografías.
Es notable que, para titular la más reciente de sus fotos (la he puesto en esta página, aunque no regale claveles sino tulipanes), Anna haya citado parcialmente el verso final de la segunda estrofa: “white and snowy scents”. En la poesía clásica japonesa, del Man’yoshu (siglo VIII) al Shinkokinshû (s. XIII), la palabra nioi (aroma, fragancia) no se refiere habitualmente a percepciones olfativas sino visuales o aun sonoras. Por ejemplo, en Fujiwara no Teika:

白雲の春はかさねて立田山小倉の峰に花にほふらし
shirakumo no haru wa kasanete tatsutayama ogura no mine ni hana niourashi

La primavera
cubre el monte Tatsuta
de nubes blancas:
en la cumbre de Ogura
flor fragante se mira.

(Me ocupo de estos versos en Luna en la hierba.) Bloom, que se ha pasado la vida comentando el poema de Stevens, no repara en ello. Tampoco en que el verso “The imperfect is our paradise” corresponde a la noción de wabi, central en la cerámica japonesa, en el arreglo floral y en otras cosas que vendrían a cuento.
Supongo que habrá otras traducciones españolas del poema, pero como no las tengo a mano aventuro la mía. Al curioso que quiera leer el original inglés le bastará poner el título, “The Poems of Our Climate”, en Google.


LOS POEMAS DE NUESTRO CLIMA

I
Agua límpida en un tazón brillante,
claveles rosas, blancos. En el cuarto
una luz que es más bien aire nevado,
con reflejos de nieve. Nieve recién caída
al final del invierno, cuando vuelven las tardes.
Claveles rosas, blancos — desearíamos
más, mucho más que eso. Aun el día
se ha simplificado: un tazón blanco
de fría porcelana, frío, bajo, redondo,
con nada más que esos claveles.

II
Y aun si esta cabal simplicidad
nos liberó de todo tormento, ocultó
el yo malvadamente compuesto, el yo vital,
y lo hizo fresco en un mundo de blanco,
un mundo de agua clara con brillantes orillas,
más que eso quisiéramos, más necesitaríamos,
más que un mundo de blancas y nevadas fragancias.

III
Aún persistiría la mente sin sosiego,
de modo que quisiéramos escapar, y volver
a lo que ha estado compuesto hace ya tanto.
Lo imperfecto es nuestro paraíso.
Adviértase: el deleite, en la amargura,
cuando es tan intenso lo imperfecto en nosotros,
son palabras erradas y sonidos porfiados.

jueves, 3 de enero de 2008

Versión como siempre infiel del Man'yoshu

人妻に 言う誰がこと さ衣の この紐解けと 言ふは誰がこと
詠み人知らず

¿Para la esposa
de otro, estas palabras
que me desatan
la cinta del vestido?
¿De otro, estas palabras?


El comentario de un lector desorientado me lleva a advertir —pero quizá sea innecesario— que quien habla en el poema es la esposa misma y que el otro al que alude es sucesivamente su esposo y su pretendiente.


miércoles, 2 de enero de 2008

Como pasan las páginas, los años


What if an angel got trapped?, originally uploaded by ionushi.

En Tokio recibíamos el Año Nuevo entre la multitud que se acerca al santuario de Meiji, y alguna vez entre la que convoca el templo de Asakusa, antes de ofrecer respetos a los kami del barrio de Hakusan en que vivíamos. En Kansai, para evitar el gentío de Yasaka y otros sitios, fuimos hace un año al templo de Manpukuji, en Uji. El curioso edificio, como las prácticas ascéticas de la secta y sus ritos esotéricos, paga tributo a sus orígenes en la China de la dinastía Ming.
      El fundador, Ingen Ryuki (隠元隆洟 Yinyuan Longqi), nació en 1592 en la provincia china de Fuchien. Se inició en la práctica del zen a los veintitrés años; a los veintinueve entró al monasterio de Huangbo Wanfu si (黄檗萬福寺 Monte Huang-po, Obaku en japonés); a los cuarenta y siete alcanzó la iluminación. Entró en Japón en 1654, por la puerta de Nagasaki. Fue cabeza de varios monasterios antes de fundar, con patrocinio imperial, el Manpukuji (万福寺). Murió en 1673.
           En la imagen de esta página, uno de los monjes pasa en cascada las páginas de un sutra mientras canta. Así lo hicieron  él y sus compañeros con cuarenta volúmenes contenidos en cuatro cajas, durante una hora, al son incantatorio de la melopea ritual. Después, uno de ellos fue golpeando en los hombros, con un volumen considerablemente más grueso que los que se ven en la foto,  a quienes hicimos fila.

Unas cuantas fotos más, aquí.

martes, 1 de enero de 2008

Todos vamos pasando de este lado


Not mine but hers (ours, yours), originally uploaded by ionushi.

La Monse tomó la foto, en el bar de la Mori Tower, cuando vinieron Jorge y Verónica, y el otro día le añadió el mensaje. El original está aquí. El pie es mío, pero no vi cuando le disparó.