Mostrando las entradas con la etiqueta Borges. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Borges. Mostrar todas las entradas

lunes, 20 de abril de 2009

Una nueva versión de Akutagawa



De este cuento fantástico de Ryûnosuke Akutagawa, que como muchos de los suyos se teje con hilos muy antiguos, en este caso chinos, hay una traducción espléndida: la que incluyeron Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares en su Antología de la literatura fantástica, y que seguramente realizaron ellos mismos, o la madre de uno o la mujer del otro, sobre una versión inglesa o francesa o alemana que no hemos podido identificar. La que sale ahora a la circulación con el sello de Nostra Ediciones en México, hermosamente ilustrada y diseñada, y debida a Koji Ando y al redactor de estas notas, no es por supuesto mejor: es en cambio directa y completa, pues los traductores anteriores suprimieron, en la primera o segunda versión, dos o tres frases que ahora, no siempre con plena convicción, hemos restituido. Pero no alterarán, sin duda, el asombro del muchacho que venturosamente descubra a través de esta fábula a Akutagawa o la literatura japonesa o, sencillamente, la literatura.

jueves, 19 de julio de 2007

Shakespeare, Shínjuku, Shibuya, Sharp, show, she...

Deliberadamente escribo psalmos. Los individuos de la Real Academia Española quieren imponer a este continente sus incapacidades fonéticas; nos aconsejan el empleo de formas rústicas: neuma, sicología, síquico. Últimamente se les ha ocurrido escribir vikingo por viking. Sospecho que muy pronto oiremos hablar de la obra de Kiplingo.
     Aunque Roberto Alifano recoge el célebre pasaje en El humor de Borges, y a muchos nos ha sacado carcajadas, no es sólo una broma. Las incapacidades fonéticas de los españoles (cada nación tiene las suyas) les impiden pronunciar Atlántico y Shibuya, les alcanzan para decir Alántico y Sibuya (o escribir imbécilmente Chibuya) y les hacen propalar desde el DRAE la especie de que en Japón o algún lugar aun más inverosímil del universo existen el sinto, el sogún y el camicace.
       Hace veinticinco años tuve la dicha inapreciable de asistir al momento en que un lingüista latinoamericano, en el curso de una conferencia en El Colegio de México, declaraba impertérrito que "la palabra clutch no se puede pronunciar en español". Era admirable la velocidad con que pasaba de un idioma a otro y de regreso. Por fortuna no todos tenemos que dar esos saltos mortales con la lengua de fuera. No sé si en castellano, pero en español (así se llama la lengua que hablamos la mayoría de los hispanoamericanos) podemos pronunciar tranquilamente Sharp y show y Shakespeare, y por lo tanto shogún y shinto y Shibuya y Shínjuku, como los nativos, y escribir en consecuencia.

martes, 10 de julio de 2007

El conejo vicario




Jorge Luis Borges estuvo por primera vez en Japón en noviembre de1979. En una entrevista con el profesor Akira Sugiyama declaró:

"Uno de mis recuerdos más antiguos es la lectura del libro de Mitford titulado Tales of Old Japan. El argumento lo he olvidado totalmente, pero recuerdo los dibujos, pues eran unos monstruos terroríficos muy grotescos. Uno de los dibujos era un conejo que le pegaba a un monstruo con un remo."

Como la transcripción de la entrevista en español se ha perdido, el original del que se tradujo para Borges en Japón. Japón en Borges, de Guillermo Gasió (Eudeba, Buenos Aires, 1988), es una versión japonesa de lo publicado en la revista ユリカ. Así se explica tal vez la referencia en singular al argumento de un volumen que es una recopilación. Pero la declaración es curiosa además porque del libro de Mitford resumió Borges el argumento de “The Forty-Seven Rônin”, que en la Historia universal de la infamia se resolvió memorablemente en “El incivil maestro de ceremonias Kotsuké no Suké” y no es de creerse que Borges el memorioso lo haya olvidado. No menos curioso es que, entre tantas imágenes de hombres atravesados por lanzas, cadáveres sanguinolentos, criaturas deformes, haya recordado una en la que el monstruo es apenas un zorro. Me pregunto si Borges no trasladó el horror que le provocó la historia leída y olvidada (y ciertamente atroz) al dibujo que la ilustraba, claro en la memoria.
           El libro de Mitford (Algernon Bertram Freeman–Mitford, que para abreviar firmaba sus libros como Lord Redesdale, G.C.V.O., K.C.B., Formerly Second Secretary To The British Legation in Japan) es accesible en Project Gutenberg, en edición facsimilar con las ilustraciones de —dice Mitford— "one Odaké, an artist in my employ".