Deliberadamente escribo psalmos. Los individuos de la Real Academia Española quieren imponer a este continente sus incapacidades fonéticas; nos aconsejan el empleo de formas rústicas: neuma, sicología, síquico. Últimamente se les ha ocurrido escribir vikingo por viking. Sospecho que muy pronto oiremos hablar de la obra de Kiplingo.
Aunque Roberto Alifano recoge el célebre pasaje en El humor de Borges, y a muchos nos ha sacado carcajadas, no es sólo una broma. Las incapacidades fonéticas de los españoles (cada nación tiene las suyas) les impiden pronunciar Atlántico y Shibuya, les alcanzan para decir Alántico y Sibuya (o escribir imbécilmente Chibuya) y les hacen propalar desde el DRAE la especie de que en Japón o algún lugar aun más inverosímil del universo existen el sinto, el sogún y el camicace.
Hace veinticinco años tuve la dicha inapreciable de asistir al momento en que un lingüista latinoamericano, en el curso de una conferencia en El Colegio de México, declaraba impertérrito que "la palabra clutch no se puede pronunciar en español". Era admirable la velocidad con que pasaba de un idioma a otro y de regreso. Por fortuna no todos tenemos que dar esos saltos mortales con la lengua de fuera. No sé si en castellano, pero en español (así se llama la lengua que hablamos la mayoría de los hispanoamericanos) podemos pronunciar tranquilamente Sharp y show y Shakespeare, y por lo tanto shogún y shinto y Shibuya y Shínjuku, como los nativos, y escribir en consecuencia.
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Hace 4 meses.
9 comentarios:
Un viejo manual de técnica teatral escrito en España daba cuenta de estos barbarismos fonéticos. No toda España pide un "tasi" en lugar de un "taxi" y algunos pocos se resisten a dejar Valladolid huérfana de "de" final. Rara vez he oído a un buen actor español de teatro clásico hacer añicos a golpe de katana la fonética sancionada en las gramáticas normativas.
De pequeño me he movido de registro en registro, de una orilla a otra del At-lántico, para burla de unos y otros, y suelo notar que si bien en España se omiten muchos sonidos, pero se mantienen otros que se suprimen en América latina, a este español muchas veces le falta el hueso sonoro del primero. El español de España suena más gutural y cavernario, como la voz de una garganta asediada por el tabaco indiano.
Claro, claro, y también podríamos hablar de las incapacidades fonéticas mexicanas o chilenas, que las hay muchas, con la diferencia de que no las imponemos a través de nuestras academias, que no son reales sino apenas correspondientes.
Es que de las chilenas, ni contar. Pero entre nosotros nos entendemos (a veces).
Cuidado, es "camicace" (p. 265, ed. 1992), señalando que viene de kamikaze, viento divino, y con tres acepciones, la del avión, la del piloto y la de persona o acción temeraria, como el conductor. Ningún periódico usa ese término de esa forma, y eso que últimamente se grabó uno en video en la N-2 de Madrid.
Para mi el problema no es sólo la pronunciación (la catalana es distinta de la castellana, cuidado), sino sobretodo cuál consideras que es tu función. La RAE, como tantas otras instituciones, busca hacerse necesaria y yo entiendo que estas traslaciones van en este sentido, aunque esto del "camicace" resulta especialmente grotesco.
Imagino que es una tendencia universal. La Vanguardia (17/VII/2007, secc. P. 11) informa del rechazo del Institut d'Estudis Catalans (IEC) a incluir en su diccionario "cabrejar" por "emprenyar", puesto que admitir el primero, tan parecido al castellano, supondría la desaparición del segundo. Es decir, ellos dejarían de tener sentido. Parece que eso ha ocurrido con "gilipollas", que está desplazando a "carallot."
Y tengo una critica adicional a la RAE: su etnocentrismo, que es la razón por la que me esfuerzo en escribir Thailandia. En el libro de estilo de muchos periódicos figura la norma de escribir el nombre de una persona según esta persona le gusta que se haga; creo que deberíamos hacer lo mismo con los nombres de sus países; creo que “tai” significa abdomen en su propia lengua, mientras que “thai” significa libre. Si queremos que nos respeten nuestras normas, creo que es coherente practicarlo eso nosotros mismos.
Un abrazo y enhorabuena por este blog tan fantástico
...a mí me parece que usted debería generalizar menos e informarse un poco más ; aunque comprendo que en su comentario había poca intención de expresar un hecho concreto de forma constructiva ( no creo que conozca las limitaciones y dificultades de todos los hablantes de español de España ) y sí muchas ganas de ofender e insultar, porque eso es lo que usted ha hecho bajo ese falso disfraz de "erudición".Por favor, infórmese un poco más y céntrese sobre todo en opinar de lo que le queda cercano...creo que en su propia casa encontrará mucho material que criticar .Y puestos a que nos impongan algo, yo prefiero que me impongan sabiduría que no ignorancia.
Un saludo desde España!
Gracias por la visita. Lamento que usted vea ganas de "ofender e insultar" en mi comentario. Lo que he dicho es algo muy sencillo: las incapacidades fonéticas de los hablantes españoles del español no deben convertirse en norma gramatical, ya que la mayor parte de los hablantes del español, los hispanoamericanos, no las comparten. La expresión "incapacidad fonética" no es ofensiva y, como he dicho, todos tenemos las nuestras.
Caigo "de casualidad" en este blog (palabra que, por cierto, está ausente en el Diccionario de la lengua española de la RAE, XXII edición, pero es recogida por fortuna en la última edición del María Moliner), rastreando la cita de Borges sobre vikingos y kiplingos. Valga aclarar que entre ediciones, la RAE ha tenido el sano juicio de eliminar "camicace" y "sinto", reemplazando la primera por "kamikaze" aunque ¡ay! dejando un vacío para shinto, pero clavándonos por la espalda sintoísmo, "religión primitiva y popular de los japoneses" (sic). No se agota allí, sin embargo, el iberocentrismo de la RAE, que ahora pretende tener una política "panhispánica". Me pasé largo tiempo tratando de saber dónde cuernos quedaba Panhispania, y resulta ser que la respuesta estaba al alcance de la mano: en el propio diccionario de la RAE. Claro que hace falta investigar un poco, pero apenas uno halla las definiciones de sur y norte proporcionadas por la benemérita academia, descubre que necesariamente Panhispania es un territorio que queda al norte del Trópico de Cáncer, o bien que toda mi vida he llamado los puntos cardinales al revés. Por suerte, la lengua la hacemos los hablantes y no la RAE, que solo procura (poco, tarde y muchas veces mal) determinar la norma lingüística. Cordiales saludos desde este lado del A-tlántico.
Sin ofender a los presentes, a los españoles les encanta castellanizar los nombres. Un profesor que tuve en la licenciatura y que estudió en España en los años ochenta, nos contó que algunos de sus compañeros hablaban de la amenaza del "Ayatola Jiménez".
Entre las incapacidades fonéticas de los mexicanos, está la que les impide pronunciar cualquier palabra extranjera que empiece con St-, como mi apellido.
Ah, ¿y qué me dices de la Pecsi y de la picsa?
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