jueves, 21 de junio de 2007

Hojas, hojas: un poema paso a paso

Vamos a empezar por el título. Normalmente no surgen por ahí los poemas, y más bien ocurre que el título sea lo último que llega, a veces incluso mucho después que lo demás. Pero por ahí quiere uno que el lector entre. Ungaretti escribió que el título es (o debería ser, ya no me acuerdo) el primer verso de un poema. No es del todo cierto: con frecuencia son francamente prescindibles. Otras veces nos dan claves de lectura. Así en este caso. (Claro que las claves de nuestros títulos son, ay, mucho más imprecisas e insuficientes que las de los músicos. Antes de leer el poemita siguiente debería decir algo como: “lentísimo, con mucha resonancia”.)
     Una sola palabra. Esdrújula, ancha y frondosa, suficiente y oronda, con seis letras al aire —en medio, el fruto gordo de la o— colgando a la derecha de esa inicial tan bien plantada. Hay que decirla despacio, con claridad, con amplitud, con aire:

          Árboles.

Nada más. Luego, la primera línea, que no quiero todavía llamar verso, se parte en dos: dos palabras, una como descolgándose de la otra, lo mismo que una hoja de la rama.

          Hojas,
                       hojas.


(En japonés, lengua que entonces ignoraba del todo pero el poemita ya intuía, palabra se dice kotoba y se escribe con dos caracteres: uno significa decir y el otro hoja. Analogía que acaso sea universal: a las palabras se las lleva el viento, etc.) Luego hay un espacio, un silencio, donde las hojas meramente están, suspendidas. Hojas: palabras. Que no dicen nada, de las que no se dice nada, salvo su multiplicidad. No son una, son varias, posiblemente muchas, en todo caso sin cuento. Suspendidas, en silencio.
     Y tras el silencio, una línea a medias, que se queda también suspendida:

          Sobre la superficie

¿Qué superficie? Quién sabe, lo único es que está debajo; ¿de qué? Quién sabe; de esas hojas, quizá. Pero la línea no termina: hay un encabalgamiento (a mí hay encabalgamientos que me emocionan mucho; por ejemplo, los de la primera estrofa de The Waste Land: “breeding… mixing…”, y hasta te diré que un buen puñado de poemas míos han salido de las fisuras entre esas líneas, verdaderos golfos), tras el encabalgamiento, decía, una pequeña sorpresa, un pequeño golpecito, como de hoja en el agua: la palabra

          honda,

que (en todo hay que fijarse) rima con la palabra hojas y hasta comparte con ella una letra que, aunque muda, bien que vemos y bien que la define, porque si no esa honda sería onda, y aquí no hay tal. Lo que repercute y resuena es inmóvil y silencioso. Al mismo tiempo, es una palabra que se opone precisamente a aquella a la que está calificando: hondo es lo contrario de superficial, hondura es lo contrario de superficie. Una paradoja mínima, atenuada quizá porque, por otro lado, la rima de honda, es decir hoja, “rima conceptualmente” con superficie: una hoja tiene dos lados, no tres, es decir dos superficies, no (casi no, pues) un cuerpo. No hay superficies espesas u hondas. Salvo que se trate de un espejo, claro, superficie que se ahonda, espacio de dos dimensiones abiertas a tres. Aquí se trata de eso: de un espejo. Quizá un espejo de agua, otra cosa sería muy rara. Ahora bien: para que el agua sea espejo tiene que ser la de un río en remanso o la de un lago no muy grande o, mejor, la de un estanque. Sin viento. Sin ondas. Superficie impasible, lisa y por eso honda,

          como si nada,

(La expresión "como si nada" se aplica normalmente a personas, tal vez a animales domésticos, nunca a objetos inanimados. Se me quedó viendo como si nada. Pero ya dijimos que la superficie es impasible, y según el DRAE quisimos decir "1. Incapaz de padecer o sentir. 2. Indiferente, imperturbable.") ¿Y luego, qué? ¿Qué pasa sobre esa superficie tranquila?

          no cae ni un alma.

O sea: no pasa nada. Pero vayamos despacio. Estábamos viendo unas hojas, colgadas de su rama, y una superficie honda, y ahora resulta que lo que “no cae” es “ni un alma”, es decir que lo que podría caer sería un alma. Se trata de una asimilación por contigüidad: hojas son almas, que aquí parte de la frase hecha “no hay ni un alma”. Llega el pintor a la galería que expone sus cuadros y no ve a nadie: “no hay ni un alma”.

come d'autunno sugli alberi le foglie

La asimilación de las personas a las hojas es humildad antigua y fecunda. Está, claro, en el inmenso Homero: "Los hombres se suceden unos a otros como las hojas de los árboles; tal es la vida del cuerpo. La del alma durará siempre". Y está en el mínimo Ungaretti:

          Soldati
          Bosco di Courton, luglio 1918

          Si sta come
          d'autunno
          sugli alberi
          le foglie.

     No estaría mal que al lector le vinieran a la cabeza esas dos citas. Ante todo porque son gran poesía, que siempre ilumina, y ya sería ganancia para el que lea, aun si no hallara otra. Pero también porque así podría advertir un detalle. Homero asimila las personas a las hojas, para oponerlas a las almas. Ungaretti no se mete con las almas: simplemente habla de las vidas. En el poemita que estamos viendo las almas están asimiladas a las hojas y, como decíamos, “podrían caer”. Lo cual suena más cristiano que griego. Fíjemonos, además, en la rima (las buenas rimas no son sólo sonoras) alma / nada. Eso es una alma que cae: un alma que se pierde, que pierde ser, camino de la nada.
          Silencio. Pausa. Luego otra vez, como al principio, “una línea que se parte en dos: dos palabras iguales, una como descolgándose de la otra, lo mismo que una hoja de la rama”:


          Flotan,
                         flotan


Dos palabras iguales otra vez y muy parecidas a las del primer verso (con el que rima; y ahora sí podemos llamarlo verso: un verso es una línea en serie rítmica con otra): de dos silabas, con las mismas vocales. Un verbo en plural. El sujeto son, podemos suponerlo, las almas que son hojas. Pero en todo caso es otra vez una línea encabalgada. (Encabalgamiento: inminencia: ese es, de algún modo, el tema del poema. ¿O eso es la poesía misma?)
     La línea que sigue es la final:

          sobre las aguas.

La primera palabra es una repetición: sobre, con lo que podemos decir que la rima no es sólo del verso anterior con el primero, sino que se prolonga hasta aquí: Hojas, hojas. Sobre la// Flotan, flotan/ sobre las. (¿No es demasiado, es decir demasiado poco? Bueno, sí, de eso se trata: de la inminencia... ) El final es nuevo: las aguas. En plural: no el agua, sino las aguas. Referencia al libro del Génesis, por supuesto, pero también a Gorostiza, hacia al final de Muerte sin fin (“y solo ya, sobre las grandes aguas,/ flota el Espíritu de Dios...”), y sobre todo cita de Gabriel Zaid (Acata la hermosura: "O suéltate, quizá,/ como el Espíritu/ fiel sobre las aguas"). Alusión levemente irónica: no cae ni una hoja, hay una paz de antes de la Creación. El poemita, ahora sin interrupciones, dice así:

          Árboles

          Hojas,
                         hojas.

          Sobre la superficie
          honda, como si nada,
          no cae ni un alma.

          Flotan,
                           flotan
          sobre las aguas.




4 comentarios:

UNASYOTRAS dijo...

El relato del poema es otro poema. Gracias por esto.
Marta

ele de lauk dijo...

Tu espíritu lúdico hace atrevida a tu erudición .
Ese jugueteo con los fonemas y sus significados es tan o más rico que el poema mismo . Cada verso condensa sonidos , imágenes , que se van afinando con tus intervenciones como el ensayo de una melodía muy delicada .
Un vrai plaisir , comme d' habitude .

Unknown dijo...

Has hecho algo soberbio y generoso, Aurelio. Si el poema era lo bastante bello para dedicarle el "no le toques ya más", tu glosa lo convierte en un canto delirante de unos cuantos versos y algunos cuidados mínimos.

Curioso hacer ensayo sobre el propio poema y quizá es mejor, antes de que venga otro a ponerle su propio poema encima (lo que es válido, desde luego).

Tu reflexión sobre el título, que nos va introduciendo a la música y, simultáneamente, al cuándo, qué y por qué decir es un primer movimiento que sugiere a qué nos enfrentamos. Esta sinfonía, breve como el poema, pero inmensa como él, donde la hoja es superficie indiferente que es alma paralela a nada y a un tiempo todo lo contrario.

Maravilloso.

Y, por cierto, sí se lee mejor en el blog, pero yo suelo leer directo en los blogs, eso a ti te consta.

David Miklos dijo...

Lo que me gusta lo suelo leer en papel, así que imprimiré está entrada y la releeré. Qué gran, ínfimo, abismal poema.