martes, 26 de febrero de 2008

Un japonés, nomás por ocurrencia

No recordaba que en Los relámpagos de agosto, la novela de Jorge Ibargüengoitia, apareciera un japonés. Ocurre en el capítulo IV de la novela:

Tardé una buena media hora en salir del panteón. Mis amigos habían partido y me vi obligado a aceptar la gentil invitación del Embajador de Japón que me condujo en su Rolls Royce hasta el Hotel Cosmopolita. Después de despedirme del amable oriental entré en el hotel, y ordené al gerente que me preparara un baño caliente y enviara a mi cuarto una botella de cognac Martell y una opípara cena, pues había decidido protegerme de un resfriado, como preparación para la lucha política que se avecinaba.

Era improbable que lo recordara: se trata de una aparición circunstancial, y propiamente de una ocurrencia del autor. Lo dijo él mismo en 1966, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, durante una conferencia del ciclo “Los narradores ante el público”, explicando de dónde le venían las ideas para sus novelas:

el General Arroyo sale del Panteón de Dolores en el automóvil del Embajador japonés. ¿Por qué sale el General Arroyo en el automóvil del Embajador japonés? Porque cuando era chico un día vi pasar el automóvil del Embajador japonés y me impresionó muchísimo, porque era un Rolls Royce magnífico, con un japonés chiquitito adentro…

No tiene mayor caso aclarar que en los años de la revolución mexicana en que transcurre la novela, lo mismo que en los de la infancia de Ibargüengoitia, en México no había propiamente Embajador de Japón, sino Ministro Representante. Pero no está de más tomar nota de que Héctor Julián Coronado Cervantes ha tenido la buena idea de publicar en su blog la grabación de la conferencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente referencia. Yo también imaginé al embajador como alguien pequeñito en un carrazo.