miércoles, 23 de julio de 2008

Un grillo en la cocina de Hugo Diego

Cada vez que les hago el cuento largo a los que me preguntan cómo me interesé en las cosas de Japón, hay un momento en que aparecen el sabio poblano Hugo Diego Blanco y su pasión por China y las misiones jesuíticas. No voy a demorarme ahora en ese cuento, que como digo es largo, sino sólo a contarles que después de años he vuelto a saber de Hugo y pedirles que escuchen la grabación que hizo hace poco en la cocina de su casa, en Tlaxcala, antes de leer mi nota del otro día sobre ciertos grillos japoneses:



El de la voz es, dice Hugo, su “huesped desde hace algunas semanas. Y hay muchos más. Los encuentro debajo de la cama, en la sala o saltando en la cocina.También en la biblioteca. En las noches sus conciertos son tan sonoros como una opera de Puccini.” Hugo no sabe a ciencia cierta cómo se llama ese grillo, porque allá “la gente se entretiene más comiéndolos que escuchándolos”, pero en cambio manda una foto: la que ven ustedes aquí.

1 comentario:

Pedro Aguirre dijo...

En mi casa también residió, hasta hace poco, un grillo. Vivía detrás del calentador de agua y como todos los grillos, comenzaba a cantar con el alba y, de ahí, llenaba buena parte de la noche. Me gustaba mucho oirle. Cuando encendía la luz para entrar en la cocina, el grillo, prudente, callaba. Yo le decía: "no te preocupes, grillo, soy tu amigo", y entonces decidi ponerlo un nombre: Gonzalo. Antes de entrar a la cocina y encender la luz, anunciaba en voz alta y clara mis intenciones, "buenas noches, Gonzalo sólo vengo por un vaso de agua", pero igual el grillo callaba. Hace tiempo que no oigo al grillo Gonzalo, ¿Adonde se ha ido?