En el número más reciente de Letras Libres, Rafael Lemus, comentando el Diccionario crítico de la literatura mexicana (1955–2005) de Christopher Domínguez Michael, dice: “Generosa pero injustificada es su decisión de incluir, en un diccionario de literatura mexicana, las figuras de Roberto Bolaño, Luis Cernuda, Gabriel García Márquez, Augusto Monterroso y Fernando Vallejo”.
Lo injustificado es el reparo, si el Diccionario —que no hemos visto— es de literatura mexicana y no sólo de escritores mexicanos, y lo es particularmente en el caso de Monterroso. El escritor guatemalteco u hondureño, tanto da, vivió en México desde 1944, cuando tenía veintiún años, hasta 2003, año de su muerte. Escribió y publicó toda su obra en ese país, donde él mismo fue editor, y en esa calidad, pero también como conductor de talleres literarios y como el autor influyente que fue, ejerció un magisterio cuyas huellas pueden rastrearse en la obra de muchos. Su participación en la vida literaria mexicana fue al mismo tiempo discreta y decisiva, y dar cuenta de ello no es cuestión de generosidad, sino de mera responsabilidad.
Generosidad, la de nuestra amiga Ayano Hattori, traductora de La oveja negra y otras fábulas, que hace poco inició un blog dedicado a comentar detalladamente cada una de las páginas del libro: モンテロッソを楽しむ (“Disfrutando a Monterroso”).
How the Japanese Moving Industry Influenced Services All Over the World
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In the ever-evolving, interconnected tapestry of global industries, staying
ahead of the game often means taking a page from the pioneers’ playbook.
Ente...
Hace 2 semanas.
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